miércoles, 30 de abril de 2014

Inicio de El Fardo

El Fardo, 
Rubén Darío

Allá lejos, en la línea, como trazada por un lápiz azul, que separa las aguas y los cielos, se iba hundiendo el sol, con sus polvos de oro y sus torbellinos de chispas purpuradas, como un gran disco de hierro candente. Ya el muelle fiscal iba quedando en quietud; los guardias pasaban de un punto a otro, las gorras metidas hasta las cejas, dando aquí y allá sus vistazos. Inmóvil el enorme brazo de los pescantes, los jornaleros se encaminaban a las casas. El agua murmuraba debajo del muelle, y el húmedo viento salado, que sopla de mar afuera a la hora en que la noche sube, mantenía las lanchas cercanas en un continuo cabeceo. Todos los lancheros se habían ido ya; solamente el viejo tío Lucas, que por la mañana se estropeara un pie al subir una barrica a un carretón, y que, aunque cojín cojeando, había trabajado todo el día, estaba sentado en una piedra y, con la pipa en la boca, veía triste el mar.
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viernes, 25 de abril de 2014

Inicio de La historia secreta de mis libros

Jaime Bayly
La historia secreta de mis libros 

Cuando tenía quince años, entré a trabajar a un periódico de Lima y descubrí que me gustaba escribir. Pero entonces no sabía que quería ser un escritor. Yo era apenas un jovenzuelo imberbe que escondía dos pasiones: el fútbol y la política. Como era mediocre jugando fútbol, suponía que dedicaría mi vida adulta a la política. Mi sueño era llegar a ser presidente algún día. Por eso leía biografías de hombres poderosos y ensayaba discursos en la ducha. 

A los dieciocho años salí por primera vez en televisión. No imaginé cuánto habría de fascinarme aquella experiencia. Animado por los elogios, me entregué con orgullo al fácil papel de niño precoz de la televisión. Pensaba que mi éxito en la televisión sería un buen punto de partida para mi carrera política.
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domingo, 20 de abril de 2014

inicio de Clarissa

Robert A. W. Lowndes

Nos llamábamos Los Gourmets y éramos siete hasta que Clarissa hizo que subiésemos a ocho. Fue Paul Le Marc quien nos la presentó como invitado especial en uno de nuestros festines; nunca sabré en esta vida dónde la encontró. Le tocaba el turno a Paul aquella noche y tenía derecho a traer al invitado que quisiera. Las reglas de nuestra sociedad eran sencillas hasta el punto siguiente: una vez al mes nos reuniríamos para un banquete y todos los detalles quedaban asignados por votación. La hora, el lugar, el menú... todo correspondía a los gustos de maestro de ceremonias del mes. Paul Le Marc siempre elegía su propia hacienda como sitio indicado, aunque era imposible adivinar por anticipado en qué parte de sus posesiones estaría la sala de banquetes esta vez; Arthur Vernet alternaba entre su apartamento y varios elegantes restaurantes. Yo estaba confinado a esto último, ya que carezco de pericia culinaria, aunque a veces he hecho sugerencias que diversos jefes de cocina admiraron.
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martes, 15 de abril de 2014

Inicio de ¿Quién sabe?

¿Quién sabe? 
Ludo

Tomás condujo su furgón a través de las callejuelas del barrio bajo siguiendo la luz que indicaba su próximo destino. Evitando atropellar a los indigentes, ignorando las llamadas de atención de las prostitutas, esquivando los barriles ardientes donde se apelotonaban los borrachos consiguió llegar al lugar: una desvencijada casa que supuso nunca había tenido buen aspecto, pero que ahora daba muestras de estar en la última etapa de su existencia. 
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jueves, 10 de abril de 2014

Inicio de ENCUENTRO INESPERADO

ENCUENTRO INESPERADO

Johann Peter Hebel

En Falun, Suecia, hace ya sus buenos cincuenta años y quizá más, un joven minero le dio un beso a su joven y hermosa novia diciéndole así: "En el día de Santa Lucía, nuestro amor será bendecido por la mano del sacerdote. Entonces seremos marido y mujer y construiremos nuestro nido nupcial". Y le dijo la novia hermosa con una dulce sonrisa: "Y en él habrán de morar la paz y el amor, pues tú eres mi único y mi todo, y sin ti preferiría estar en la tumba y no en otro lugar". Pero cuando, antes del día de Santa Lucía, el sacerdote hubo de preguntar por segunda vez en la iglesia: "¿Alguien sabe de algún impedimento para que estas personas realicen su unión conyugal?", la muerte se presentó. 
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sábado, 5 de abril de 2014

Inicio de OVNI

OVNI 
Howard Fast 

- Nunca lees en la cama - le dijo el señor Nutley a su mujer. 
- Antes sí, ¿te acuerdas? - contestó la señora Nutley -. Pero luego descubrí que me bastaba con quedarme quieta y ordenar mis pensamientos. 
- Te envidio. Nunca tienes dificultad para dormirte. 
- Oh, sí. Algunas veces. Para ser completamente franca - agregó -, creo que las mujeres hacemos menos alharaca que ustedes los hombres. 
- Yo no hago alharaca - protestó el señor Nutley, dejando de lado su «New Yorker» y apagando la luz del velador. Es algo muy desagradable. No padezco de insomnio, pero se me ocurre una idea y me da vueltas y vueltas en la cabeza. 
- ¿Tienes una idea esta noche? 
- Sólo que Ralph Thompson es un tipo insoportable, pero no sé si eso se puede llamar una idea. 
- Eso no basta para mantenerte despierto. Debo admitir que yo siempre lo he encontrado muy agradable como vecino. Podríamos tener vecinos peores, sabes. 
- Supongo que sí. 
- ¿Por qué estás enojado con él? - preguntó la señora Nutley, tapándose bien para protegerse contra el frío de la habitación. 
- Porque nunca estoy seguro si me está tomando el pelo o hablando en serio. Todos los artistas y escritores son insoportables, pero ninguno tan insoportable como él. Como yo me traslado a la ciudad todos los días y pongo el traste sobre una silla para ganarme la vida honradamente, me transformo, según él, en parte del establishment y en objeto de sus bromas.
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