lunes, 30 de junio de 2014

Inicio de Cesarán las lluvias, de Carlos Gardini

Cesarán las Lluvias 
Carlos Gardini 

Los muertos caían y caían. Las lluvias habían empezado mucho tiempo atrás, ya nadie recordaba cuándo. En ciertos días arreciaban más que en otros, y los muertos, aunque distanciados por espacios regulares, caían sin cesar. Nunca había consecuencias graves. Los muertos jamás mataban a nadie. Pero a Helena la seguían horrorizando, y Martín hubiera hecho cualquier cosa para consolarla. No era aprensión, no era miedo. Era horror puro y simple, un horror que se expresaba en asco. Le repugnaba verlos caer desnudos en el barro, las bocas grotescamente abiertas. Después pasaban los días y la carne se les ablandaba, se les disolvía como cera, y los muertos se iban derritiendo en el suelo. Todos caían desnudos, pero todos eran iguales. Algunos eran viejos y plácidos, otros eran jóvenes y violentos; los había enteros, y mutilados, y escaldados, y descuartizados, y congelados. Una vez, cuando Helena y Martín estaban en un campamento, un viejo desdentado comentó: 
 —Son los muertos de la historia.
...

miércoles, 25 de junio de 2014

Inicio de RETOÑOS, de Luisa Axpe

RETOÑOS 

Había en aquella casa un ventanal de marcos blancos dividido en pequeños rectángulos, por donde el sol llegaba hasta todos los rincones, en verano e invierno. También había, contra el ventanal, un asiento mullido con almohadones redondos y un gato blanco que parecía un almohadón. La cocina estaba llena de sabrosos presagios: frascos de vidrio con ramas de canela o vainilla, tarros de crema casera, galletas de chocolate que se deshacían al mirarlas. Había casi siempre olor a mermelada de frambuesa, y un pastel de manzanas que se horneaba lentamente a pesar del agua en la boca. El gato a veces bostezaba, y eso parecía una señal para que el piano sonara en la sala con un aniñado teclear de estudio vespertino. La escalera que llevaba a los dormitorios tenía las barandas torneadas, Y uno podía sentarse allí y ver todo como recortado por un molde, curva arriba y curva abajo, dibujando la sala y sus alrededores en una simetría silenciosa y perfecta. Casi todas las habitaciones tenían las paredes cubiertas por un papel floreado, de dibujos muy pequeños que hacían cosquillas en los ojos a la hora de apagar el velador.
...

viernes, 20 de junio de 2014

Inicio de EL HIPNOTIZADOR

Algunos de mis amigos, que saben por casualidad que a veces me entretengo con el hipnotismo, la lectura de la mente y fenómenos similares, suelen preguntarme si tengo un concepto claro de la naturaleza de los principios, cualesquiera que sean, que los sustentan. A esta pregunta respondo siempre que no los tengo, ni deseo tenerlos. No soy un investigador con la oreja pegada al ojo de la cerradura del taller de la Naturaleza, que trata con vulgar curiosidad de robarle los secretos del oficio. Los intereses de la ciencia tienen tan poca importancia para mí, como parece que los míos han tenido para la ciencia. No hay duda de que los fenómenos en cuestión son bastante simples, y de ninguna manera trascienden nuestros poderes de comprensión si sabemos hallar la clave; pero por mi parte prefiero no hacerlo, porque soy de naturaleza singularmente romántica y obtengo más satisfacciones del misterio que del saber. Era corriente que se dijera de mí, cuando era un niño, que mis grandes ojos azules parecían haber sido hechos más para ser mirados que para mirar... tal era su ensoñadora belleza y, en mis frecuentes períodos de abstracción, su indiferencia por lo que sucedía. En esas circunstancias, el alma que yace tras ellos parecía -me aventuro a creerlo-, siempre más dedicada a alguna bella concepción que ha creado a su imagen, que preocupada por las leyes de la naturaleza y la estructura material de las cosas. Todo esto, por irrelevante y egoísta que parezca, está relacionado con la explicación de la escasa luz que soy capaz de arrojar sobre un tema que tanto ha ocupado mi atención y por el que existe una viva y general curiosidad. Sin duda otra persona, con mis poderes y oportunidades, ofrecería una explicación mucho mejor de la que presento simplemente como relato.
...

domingo, 15 de junio de 2014

Inicio de El Vampiro, de John Stagg

John Stagg
El Vampiro

La historia del Vampiro está fundada en una opinión o relato que estaba de moda en Hungría y en varias zonas de Alemania hacia comienzos del siglo pasado. 
Se aseguraba por entonces que en varios lugares se sabía de muertos que habían dejado sus tumbas y por la noche visitaban las habitaciones de sus amigos, a quienes, por succión, chupaban su sangre mientras dormían. 
Esa persona entonces se convertía en un vampiro; y si no hubiera sido por la afortunada idea de un clérigo quien ingeniosamente recomendó estacarlos en sus tumbas, en estos momentos tendríamos un enjambre más grande de chupasangres del que tenemos ahora. Muchas e ingeniosas observaciones por parte de profesores y clérigos intentaron explicar las causas físicas de tal fenómeno. Se aseguraba que una porción del espíritu del animal, que no había escapado a la defunción del cuerpo, retenía el poder de la voluntad; e investidos con parte del cuerpo que todavía no había entrado en proceso de putrefacción, eran capaces de hacer esas prodigiosas excursiones desde la tumba y volver a su placer sin ningún inconveniente aparente. 
Otros opinaban que eran una clase de demonios, que se suponen son numerosos, que se apropiaban de cualquier resto humano volviéndose parcialmente corporales y perfectamente visibles. Para algunos de nuestros viajeros modernos parece que la noción de la existencia de los vampiros era muy conocida y creída por los holandeses y otras poblaciones de América. 
Yo no creo que una milésima parte del mundo sepa la razón del porqué el cordón umbilical era cuidadosamente quemado después del nacimiento por los que atienden el parto.
...

martes, 10 de junio de 2014

Inicio de el peor viaje de mi vida

De Jaime Baily

Nada más llegar al aeropuerto, y a sabiendas de que viajaba con cuatro abultadas maletas, busqué de inmediato a un cargador para que me ayudase a llevar mi equipaje. Eché un rápido vistazo y advertí la presencia de un hombrecillo uniformado, al que hice señas de inmediato. 
-Maletero, ¿me ayuda por favor? -le dije en mi mejor inglés. 
No cabía la menor duda de que ese moreno uniformado esperaba con impaciencia la llegada de un cliente como yo, cargado de maletas y dispuesto a darle una buena propina. 
-No soy maletero -me dijo, algo irritado. 
-¿Y entonces por qué lleva uniforme de maletero y está aquí parado? - le pregunté, dándomelas de listo. 
-Porque soy piloto de avión y me provocó fumar un cigarrillo -contestó, clavándome una mirada exenta de toda ternura. 
-Mil disculpas -le dije, abochornado, y comprendí que a esa hora de la noche ya no había maleteros en el aeropuerto de Miami y que yo mismo debía arrastrar mis voluminosas maletas hasta el counter. 
Cuando, minutos después, tras jalar penosamente mis cuatro maletas, llegué al mostrador de la aerolínea, ya sudaba y tenía las manos devastadas y enrojecidas. Tomé aire, me prometí olvidar ese minúsculo incidente y saqué con el debido orgullo mi tarjeta platino. 
-Qué rico es ser platino -pensé-. Así da gusto viajar. 
Veinte minutos más tarde, seguía haciendo la cola de platino, que era más larga que la de económica, y empecé a darme cuenta de que todo el mundo parecía tener una tarjeta platino. Pero no perdí la paciencia y me dije que los ciudadanos civilizados saben esperar en cola sin exasperarse. Finalmente, llegó mi turno y me llamaron. Me acerqué con una gran sonrisa, entregué mi pasaporte y dije mi código de reserva, pues el pasaje ya había sido pagado y sólo debía recogerlo.
...

jueves, 5 de junio de 2014

UN MARAVILLOSO CUENTO ORIENTAL DE UN SANTO DESNUDO

Inicio de 
UN MARAVILLOSO CUENTO ORIENTAL DE UN SANTO DESNUDO
Wilhelm Heinrich Wackenröder

El Oriente es la patria de todo lo maravilloso. En la antigüedad y en los inicios de las costumbres de tan lejanos países, se hallan consejas y enigmas extremadamente raros que aún se resisten a la razón, según ella misma más sabia. Viven también en estos parajes seres extraños que nosotros consideramos locos pero que, en aquellas tierras, son adorados como seres sobrenaturales. El espíritu oriental considera a estos santos desnudos como depositarios maravillosos de un genio más elevado que, desde el firmamento, se ha precipitado en el cuerpo humano, que ahora no sabe comportarse humanamente. Pues, según vemos, todas las cosas en el mundo son ya de una u otra manera, según las observemos. La razón humana es un filtro maravilloso que, a su solo contacto, convierte todo cuanto existe de acuerdo con nuestros deseos. 
...