martes, 30 de septiembre de 2014

Inicio de EL BASURERO

Así era su trabajo: se levantaba a las cinco de la fría y oscura mañana y se lavaba la cara con agua caliente si el aparato de calefacción funcionaba y con agua fría si el aparato no funcionaba. Se afeitaba cuidadosamente, hablándole a su mujer en la cocina, que preparaba jamón y huevos o panqueques o lo que hubiera aquella mañana. A las seis en punto estaba en marcha solo hacia su trabajo, y estacionaba el coche donde los otros hombres estacionarían los suyos a medida que se alzara el sol. A aquella hora de la mañana los colores del cielo eran anaranjados y azules y violetas y a veces muy rojos y a veces amarillos o claros como el agua sobre una piedra blanca. Algunas mañanas podía ver su aliento en el aire y otras mañanas no. Pero aún asomaba el sol cuando golpeaba con el puño la cabina del camión verde, y el conductor sonriendo y diciendo hola, subía al camión por el otro lado y entraban en la gran ciudad e iban calles abajo hasta que llegaban al lugar donde empezaban a trabajar. A veces se detenían en el camino a beber café negro y luego seguían con el calor en el cuerpo. Y comenzaban a trabajar, es decir que él saltaba frente a todas las casas y recogía las latas de basura y las llevaba al camión y les sacaba la tapa y las golpeaba contra el borde de la caja, de modo que las cáscaras de naranja y melón y el café usado caían y empezaban a llenar el camión vacio. Había siempre huesos de ternera y cabezas de pescado y trozos de cebolla y apio rancio. La basura reciente no era nada malo, pero sí la basura muy vieja. No sabía realmente si le gustaba o no el trabajo, pero era un trabajo y lo hacia bien, hablando mucho de él a ratos, y otros no pensando en él de ningún modo. Algunas veces el trabajo era maravilloso, pues uno estaba afuera temprano y el aire era limpio y fresco hasta que uno había trabajado demasiado y el sol calentaba y la basura humeaba. Pero casi siempre era un trabajo regular y tranquilo, y al pasar uno podía mirar las casas y jardines y ver cómo vivían todos. Y una o dos veces al mes le sorprendía descubrir que el trabajo le gustaba y que era el mejor trabajo del mundo.
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jueves, 25 de septiembre de 2014

Inicio de ¿Amigo o Enemigo?

—"Pera, si te es posible, dile a ese tipo que hemos sufrido un accidente y necesitamos ayuda. Dile que no teníamos intención de aterrizar en un bosque sagrado..."
—"A él no."
—"¿No puedes traducirlo?"
—"Sí puedo. Lo que quiero decir es que este alienígena no pertenece al género masculino, sino al femenino. Se ve bien claro por la ligera protuberancia de la hoja mayor, ¿no lo ves?"
—"Yo no sé nada de los Grandifeos..."
—"Sí lo sabes, Jeff. Repásalo mentalmente mientras yo le explico a ella lo que me has dicho."
Mientras Pera repetía las palabras de Jeff en el idioma de los Grandifeos, Jeff se dio cuenta de que era capaz de distinguir su sexo. Cuando le transmitieron los conocimientos de su lengua, también adquirió otros a la vez... ¡naturalmente! Se ha de saber distinguir los sexos para poder entender un idioma, porque los cambios peculiares en los verbos de aquella lengua a menudo hacían referencia a ligeras variaciones en la anatomía de los Grandifeos.
—¿Accidente? —dijo la Grandifea—. Imposible Existen reglas estrictas sobre el uso del espacio y es evidente que las habéis violado. No sólo eso, la parte averiada de una de vuestra nave ha dañado a un Tuinta. Estáis en un buen aprieto.
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sábado, 20 de septiembre de 2014

Busca la procedencia de este fragmento.

Y luego llegó ese día, cuando alrededor, en todas partes, se oyen caer las manzanas, una a una, del árbol. Al principio, sólo una aquí y una allá, y luego son tres, y luego son cuatro, y luego son nueve, y veinte, hasta que al fin las manzanas se precipitan como una lluvia, golpean como cascos de caballo la hierba suave, y cada vez más oscura. Uno es la última manzana del árbol, y espera que el viento lo libre lentamente de los lazos que lo unen al cielo y lo haga caer. Mucho antes de golpear la hierba, uno ha olvidado ya que había un árbol, u otras manzanas, o hierba verde abajo. Uno cae en la oscuridad...
— ¡No!
El coronel Freeleigh abrió rápidamente los ojos, y se sentó muy derecho en la silla de ruedas. Extendió la mano fría en busca del teléfono. ¡Estaba todavía allí! Lo apretó un momento contra el pecho, parpadeando.
— No me gusta ese sueño -le dijo al cuarto vacío.
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lunes, 15 de septiembre de 2014

Inicio de LA CAIDA

LA CAIDA 
Carlos Buiza 

DEL COMANDANTE AL CONSEJO SUPREMO DEL SISTEMA REYGAL. - Hemos detectado otro Sistema Planetario y a él nos dirigimos. Parece ser el más propicio según nuestros instrumentos, aunque no el más cercano. Está situado en oposición periférica de su galaxia, en cuyo centro existe gran asociación estelar de la que también nos ocuparemos. El Sistema forma parte de otro sistema de soles que cuenta con más de 200.000 millones de estrellas y más de un billón de planetas. Se halla a unos 26.000 años luz del centro de su galaxia y los planetas que lo componen han sido seleccionados por los Cerebros Biotáxicos en primer lugar. A LA COMANDANCIA. - Nada de particular desde el último mensaje. Hombres, animados y en perfectas condiciones. Moral y comunicados médicos, inmejorables. Ningún accidente ni enfermedad. 

PARTICULAR. - Querida M.: Pronto estaré de vuelta, lo estoy deseando. Es una lata tener que hablar así, pero no hay otra forma. Tampoco puedo decirte muchas cosas, misión ultrasecreta, ya sabes. ¿Qué tal Pol? Besos de mi parte. Para ti también. Te traeré una estrella. Hasta pronto. Pol. DEL CSSR al Cte. - Continúen según plan establecido. Obvio recomendar ahora mayor prudencia. Siga comunicando horas fijadas.
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miércoles, 10 de septiembre de 2014

¿Sabes de dónde es este fragmento?

Con molestia atendí una llamada Miguel Rodríguez Orejuela a quien le tengo desconfianza: “Mompa, vos sabés que te he preguntado dos o tres veces por Fidelio, pero no me has dicho nada, y necesito saber, porque alguien del Gobierno me ha preguntado que si es verdad...”. A Fidel, le di vida a través de la prensa, pero entre la gente cercana ya circulaba el runrún de su fallecimiento. 

Como era obvio, seguí ocultando la muerte de Fidel, pero presentí en Miguel Rodríguez el interés de confirmar un chisme para pasarle la chiva, quizá a su candidato a la Presidencia. Sin lugar a dudas, Miguel pretendía obtener mérito con alguien. Trató de feriar la noticia de la muerte de mi hermano, maquinación dolorosa para mí. La relación con los Rodríguez fue circunstancial y temporal. En la época de los PEPES, me entrevisté con ellos siete veces. Cumplirles la cita en ese momento era normal, ellos eran los “jeques” y este tipo de relaciones en un país como Colombia es obligatorio manejarlas. Durante la lucha contra Escobar, varias veces me prestaron helicópteros para movilizarme. A pesar del nexo que existió, yo por naturaleza he sido un ‘antinarcos’. He desconfiado de los narcotraficantes por el hecho de ser tales. Desprecio el narcotráfico porque siempre, tarde o temprano, destruye lo que toca. Acaba con ideologías y principios, acaba con todo.
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viernes, 5 de septiembre de 2014

¿Sabes de donde es este fragmento?

—¡No quiero oír nada más! —gritó Billy, pero Peter siguió hablando como si Billy no estuviera allí, tendido junto a él, y no hubiera dicho nada. —"...y vi un nuevo cielo y una nueva tierra: ya que el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido; y ya no existía ningún mar". Así está escrito en la Revelación, la verdad se encuentra allí si la buscamos. Una revelación para nosotros, una vislumbre del mañana... 

—¡CALLESE! 

No sirvió de nada, y la monótona voz continuó resonando contra el rumor del viento que soplaba alrededor del viejo automóvil y penetraba a través de las rendijas y agujeros. Billy tiró de una esquina de la raída manta para taparse la cabeza a fin de apagar el sonido, pero la diferencia era escasa y, por contra, apenas podía respirar. La deslizó debajo de su barbilla y contempló fijamente la gris oscuridad en el interior del vehículo, tratando de ignorar al hombre que estaba a su lado. Quitados los asientos, el sedán se había convertido en una habitación, no demasiado espaciosa. Dormían uno al lado del otro en el suelo, extrayendo el calor que podían del andrajoso montón de material aislante contra el fuego, relleno de los asientos y la arrugada tela de plástico que constituían su lecho. Se percibió un súbito olor a yodo y a humo cuando el viento sopló a través de la chimenea del tubo de escape y removió las cenizas en el portaequipajes, que utilizaban como estufa. La última briqueta de carbón marino había ardido allí una semana antes.
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lunes, 1 de septiembre de 2014

Fragmento

Atrás Y Fuera
      
—No quiero estar atada al asiento —dijo Rinda con las mejillas tan pálidas que sus pecas resaltaban doblemente.
—Es necesario —repuso Jeff reclinándola en su asiento mientras activaba la red protectora—. Norby cree que La Esperanza puede sufrir una gran sacudida cuando entremos en el universo paralelo.
—¿Pero no podría estar más cerca de ti? —le suplicó.
—Yo también estaré sujeto por la red en este asiento, Rinda, pero dejaré una mano libre para que pueda tocar la tuya.
Ula, ya metida en una caja acolchada con una ventanita transparente, daba su opinión respecto a la aventura, unas veces aullando y otras gruñendo.
—¿No podrías poner a ese animal en el dormitorio? —preguntó Norby ocupado en conectarse al ordenador que estaba en contacto con el CI, en la nave de los Otros, por medio de ondas transmitidas por radio y también por cables que iban de nave a nave.
—Si Ula se escapara con sus garras, quiero tenerla cerca para sujetarla —dijo Jeff.
—¿Cómo ibas a hacerlo si estás atado como yo? —preguntó Rinda.
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