jueves, 30 de mayo de 2013

Chiste

No mires nada en un laboratorio de fisica.
No huelas nada en un laboratorio de bioquimica.
No pruebes nada en un laboratorio de quimica.
No toques nada en un hospital.
Pero sobretodo, lo que nunca jamas debes hacer, es escuchar en una clase de filosofia.

domingo, 26 de mayo de 2013

¿Sabes de donde es este fragmento?

El día del torneo de boxeo amaneció claro y soleado y, considerando el clima de Londres en esa época del año, bastante agradable. Sin embargo para Pin, acostada en su jergón mirando el cielo raso sucio, el estado del tiempo no tenía el menor interés. ¡Las implicancias de la conversación de la noche anterior eran mucho más importantes que el hecho de que brillara o no el sol!
Pin se preguntaba seriamente cuál seria el futuro de los Fowler. Por el momento su situación no era totalmente desesperada, pero sabiendo que el capo tenía la vida o la muerte de Jacko en sus manos, las perspectivas eran bastante desoladoras. Tan sólo era cuestión de tiempo antes de que el capo les exigiera algo que no estaban dispuestos a concederle... Pin tragó saliva con dificultad, tristemente segura de que el hecho de obligarlos a convertirse en asaltantes de casas era sólo un paso previo a llevar a cabo los odiosos planes que tenía para ellos y cuyo último objetivo era la posesión de ella misma.

domingo, 19 de mayo de 2013

¿Sabes de donde es este fragmento?

El suave murmullo de un cepillo de cerda de caballo refregando el piso afuera fue el único ruido que perturbó el silencio de la biblioteca, además del trino lejano de los pájaros. Mientras Damien hacía lo imposible por concentrarse en una carta de su hermana, su tío estaba de pie junto a la ventana, disfrutando un cigarro y su quinto vaso de oporto. Miles miraba los estantes de libros hasta que finalmente se decidió por “El apogeo y la caída de Afila, Rey de los Hunos”. Damien miró a su medio hermano hojeando el libro y le dijo: -Es el libro de referencia más apropiado que podías escoger, Kemball. Estoy seguro de que Atila te parecerá tímido silo comparas con tus propios ideales.
Richard se atragantó con el oporto.
Miles sólo miró a Damien y sonrió.
-Oh, muy ocurrente, Dame. Por cierto, muy ocurrente. Claro que no fui yo el de la idea de poner a Bonnie de rodillas a refregar los pisos de Braithwaite. Ni tampoco la he enviado yo a palear bosta del establo ni a limpiar los desperdicios del chiquero. Tengo la impresión de que tu vendetta contra ella es algo muy personal. ¡Por Dios! ¿Que te habrá hecho la niña para hacerte reaccionar así? No importa. Yo más que nadie, sé con qué poco se te hace encender la mecha. Nunca he conocido un hombre más impulsivo que tú.

domingo, 12 de mayo de 2013

¿Sabes de donde es este fragmento?

A la mañana siguiente, Pin encontró la cocina en un estado de alborotado nerviosismo, cuando se aventuró a bajar las escaleras. Ivy Chambers se había despertado durante la noche con un terrible dolor de muelas y la habían mandado apresuradamente a que le sacaran la muela ofensiva. A Hazel se le habla encomendado que se ocupara temporalmente de las tareas de Ivy, y no le estaba yendo demasiado bien con ese ascenso tan repentino. -¡Yo no soy cocinera! -mascullaba en voz baja mientras se ocupaba del funcionamiento de la cocina, sin orden ni concierto. Pin ayudaba en lo que podía, y las cosas podrían haber mejorado si Chambers, quizá preocupado por su esposa, no hubiera resbalado en la despensa, dándose un fuerte golpe.
Las lesiones no eran graves -un golpe leve en la cabeza y un pequeño esguince en la muñeca- pero bastaron para desequilibrar a todo el personal. Con la cocinera y el mayordomo indispuestos, la cocina todavía estaba revuelta cuando Royce llamó pidiendo su café de la mañana, unas horas más tarde.

domingo, 5 de mayo de 2013

¿Sabes de donde es este fragmento?

Los vecinos de Última Esperanza nunca tuvieron intención de ir a la guerra. Lo que había empezado como una protesta pacífica por un impuesto injusto había pasado a ser una rebelión en toda regla, y nadie entendía cómo habían llegado las cosas a tales extremos.

Era como si al hacer rodar una piedrecilla ladera abajo hubiesen provocado inadvertidamente un alud de rocas; como si al arrojar un palito en un estanque hubiesen creado un maremoto. El carro de sus vidas, que anteriormente había rodado con tanta suavidad por la calzada principal, de repente había perdido una rueda, se había inclinado hacia un lado y ahora se precipitaba por la cara del precipicio.

El impuesto injusto era un tributo de puerta y estaba teniendo un efecto ruinoso en los negocios de Ultima Esperanza. El edicto había sido sancionado por el rey Wilhelm (anteriormente conocido como Wilhelm el Bueno, y ahora llamado con otro epíteto mucho menos halagador). Dicho edicto estipulaba que todas las mercancías que entraban a la ciudad estaban sujetas a un gravamen del veinticinco por ciento y, además, las mercancías que salían de Ultima Esperanza tenían la misma carga. Eso significaba que cualquier materia prima, desde el mineral de hierro hasta el algodón para enaguas con puntillas, estaba gravada con impuestos.

En consecuencia, el precio de las mercancías producidas en Ultima Esperanza era más alto que el más reciente invento gnomo (una batidora de mantequilla accionada por vapor). Aunque los comerciantes tenían dinero suficiente para pagar las materias primas, el hecho de tener que gravar tanto las mercancías terminadas hacía que la gente no pudiera permitirse el lujo de comprarlas. Y eso significaba que los comerciantes ya no podían pagar a sus empleados, los cuales tampoco disponían de dinero para comprar pan para sus hijos, cuanto menos enaguas con puntillas.