—El teniente quiere verte —gritó Steve a través de la sala.
Andy agitó la mano en señal de asentimiento, se puso en pie y se
desperezó, alegrándose de poder perder de vista el fajo de informes en los
que estaba trabajando. Primero lo de Billy Chung, después descubrir que
Shirl se había marchado... eran demasiadas cosas para una sola noche.
¿Dónde buscaría a Shirl, para pedirle que regresara? Pero, ¿cómo podía
pedirle que regresara si los Belicher estaban aún allí? No era la primera
vez que sus pensamientos daban vueltas en ese sentido. No le conducían a
ninguna parte.
Llamó a la puerta de la oficina del teniente, y entró.
—¿Quería usted verme, señor?
El teniente Grassioli se estaba tragando una píldora y asintió, luego se
atragantó con el agua que utilizaba para hacerla pasar. Tuvo un acceso de
tos, y se dejó caer en el viejo sillón giratorio, con un aspecto más
grisáceo y más cansado que de costumbre.
—La úlcera va a acabar conmigo cualquier día de estos. ¿Ha oído hablar de
alguien muriéndose de una úlcera?
No había ninguna respuesta para una pregunta como aquella.
...
No hay comentarios:
Publicar un comentario