Cesarán las Lluvias
Carlos Gardini
Los muertos caían y caían.
Las lluvias habían empezado mucho tiempo atrás, ya nadie recordaba cuándo. En
ciertos días arreciaban más que en otros, y los muertos, aunque distanciados
por espacios regulares, caían sin cesar. Nunca había consecuencias graves. Los
muertos jamás mataban a nadie. Pero a Helena la seguían horrorizando, y Martín
hubiera hecho cualquier cosa para consolarla. No era aprensión, no era miedo.
Era horror puro y simple, un horror que se expresaba en asco. Le repugnaba
verlos caer desnudos en el barro, las bocas grotescamente abiertas. Después
pasaban los días y la carne se les ablandaba, se les disolvía como cera, y los
muertos se iban derritiendo en el suelo. Todos caían desnudos, pero todos eran
iguales. Algunos eran viejos y plácidos, otros eran jóvenes y violentos; los
había enteros, y mutilados, y escaldados, y descuartizados, y congelados.
Una vez, cuando Helena y Martín estaban en un campamento, un viejo desdentado
comentó:
—Son los muertos de la historia.
...
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