De entre las tinieblas del mar, surgió una voz potente y metálica:
—¡Alto los de la canoa o los echo a pique!
Al oír tan amenazadoras palabras, los dos hombres que tripulaban fatigosamente una barquilla apenas visible, soltaron los remos y miraron con inquietud el algodonoso seno del mar. Tenían unos cuarenta años, y sus facciones enérgicas y angulosas aún parecían más hoscas a causa de sus enmarañadas barbas. Llevaban sobre la cabeza sombreros amplios agujereados de balas, cuyas alas parecían rotas a dentelladas; sus camisas de franelas y sus calzones estaban desgarrados, y sus pies desnudos demostraban que habían caminado por lugares fangosos.
Sabeis de donde es esto?
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