He traído los dulces que te gustan. ¿Por qué no vienes?
Mientras sigo esperando, ya bien entrada la noche, un hombre de mediana edad se aproxima, mirándome con una extraña expresión de tranquilidad y enfado.
−¿Qué haces aquí? −pregunta como si me conociera.
−Espero a mi señora, quedamos para comer pasteles.
Al oírme sus ojos se llenan de lágrimas. Me cuenta que moriste hace años. Me pide que no vuelva a esperarte.
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