El maduro oficial de infantería Dubov y el voluntario Knaps, sentados uno junto
a otro, bebían unas copas.
—¡Magnífico perro!... —decía Dubov mostrando a Knaps a su perro Milka—. ¡Un
perro extraordinario!... ¡Fíjese, fíjese bien en el morro que tiene!... ¡Lo que
valdrá sólo el morro!... Si lo viera un aficionado, tan sólo por el morro
pagaría doscientos rublos. ¿No lo cree usted?... Si es así, es que no entiende
nada de esto.
—Sí que entiendo, pero...
—Es setter. ¡Setter inglés de pura raza! Para el acecho es asombroso, y como
olfato... ¡Dios mío!... ¡Qué olfato el suyo! ¿ Sabe cuánto pagué por mi Milka
cuando no era más que un cachorro?... ¡Cien rublos! ¡Soberbio perro! ¡Ven
acá..., Milka bribón, Milka bonito!... ¡Ven acá, perrito..., chuchito mío... !
Dubov atrajo a Milka hacia sí y le besó entre las orejas. A sus ojos asomaban
lágrimas.
—¡No te entregaré a nadie..., hermoso mío..., tunante! ¿Verdad que me quieres,
Milka? Me quieres..., ¿no? Bueno, ¡márchate ya! —exclamó de pronto el teniente—.
¡Me has puesto las patas sucias en el uniforme! ¡Pues sí, Knaps!... ¡Ciento
cincuenta rublos pagué por el cachorro! ¡Desde luego ya se ve que los vale! ¡Lo
único que siento es no tener tiempo para ir de caza! ¡Y un perro sin hacer nada
se muere!... ¡Le falta... sobre qué utilizar la inteligencia!... ¡Cómpremelo,
Knaps! ¡Me lo agradecerá usted toda la vida! Si no dispone de mucho dinero, se
lo dejaré por la mitad de su precio... ¡Lléveselo por cincuenta rublos!...
¡Róbeme ... !
—No, querido —suspiró Knaps—. Si su Milka hubiera sido macho—, quizá lo
comprara, pero...
—¿Que Milka no es macho? —se asombró el teniente—. Pero ¿qué está usted
diciendo, Knaps?... ¿Que Milka no es macho? ¡Ja, ja!... Entonces, ¿qué es según
usted? ¿Perra? ¡Ja, ja!... ¡Qué chiquillo! Todavía no sabe distinguir un perro
de una perra!
—Me está usted hablando como si yo fuera ciego o una criatura —se ofendió
Knaps—. ¡Claro que es perra!
—¡A lo mejor también le parece a usted que yo soy una señora!... ¡Vaya,vaya....
Knaps! —¡Y decir que ha cursado usted estudios técnicos!... No, alma mía. Este
es un auténtico perro de pura casta. ¡Es capaz de dar ciento y raya a cualquier
otro perro, y usted me sale con que no es perro! ¡Ja, ja... !
(Continua mañana)
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