EXILIO EN EL INFIERNO
— Los rusos -puntualizó Dowling- enviaban prisioneros a Siberia mucho antes de
que el viaje espacial fuera algo cotidiano. Los franceses usaban la Isla del
Diablo con ese propósito. Los ingleses los despachaban a Australia.
Estudió el tablero y detuvo la mano a unos centímetros del alfil. Parkinson, al
otro lado del tablero, observaba distraídamente las piezas. El ajedrez era el
juego profesional de los programadores de ordenadores, pero, dadas las
circunstancias, no sentía entusiasmo. Estaba molesto. Y Dowling tendría que
haberse sentido peor, pues él programaba el alegato del fiscal.
El programador solía contagiarse de algunas características que se atribuían al
ordenador, como la carencia de emociones y la impermeabilidad a todo lo que no
fuera lógico. Dowling lo reflejaba en su meticuloso corte de cabello y en la
pulcra elegancia de su atuendo.
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