Robert A. W. Lowndes
Nos llamábamos Los Gourmets y éramos siete hasta que Clarissa hizo
que subiésemos a ocho. Fue Paul Le Marc quien nos la presentó como invitado
especial en uno de nuestros festines; nunca sabré en esta vida dónde la
encontró. Le tocaba el turno a Paul aquella noche y tenía derecho a traer al
invitado que quisiera.
Las reglas de nuestra sociedad eran sencillas hasta el punto
siguiente: una vez al mes nos reuniríamos para un banquete y todos los detalles
quedaban asignados por votación. La hora, el lugar, el menú... todo correspondía
a los gustos de maestro de ceremonias del mes. Paul Le Marc siempre elegía su
propia hacienda como sitio indicado, aunque era imposible adivinar por
anticipado en qué parte de sus posesiones estaría la sala de banquetes esta vez;
Arthur Vernet alternaba entre su apartamento y varios elegantes restaurantes. Yo
estaba confinado a esto último, ya que carezco de pericia culinaria, aunque a
veces he hecho sugerencias que diversos jefes de cocina admiraron.
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