¿Quién sabe?
Ludo
Tomás condujo su furgón a través de las callejuelas del barrio bajo siguiendo la luz que indicaba su próximo destino. Evitando atropellar a los indigentes, ignorando las llamadas de atención de las prostitutas, esquivando los barriles ardientes donde se apelotonaban los borrachos consiguió llegar al lugar: una desvencijada casa que supuso nunca había tenido buen aspecto, pero que ahora daba muestras de estar en la última etapa de su existencia.
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