miércoles, 2 de mayo de 2012

Una venganza imposible

Margaret McPhee
Una venganza imposible

Nota de la autora

Estaba leyendo un libro sobre la Guerra de la Independencia cuando, en vez de concentrarme en los hechos y en las fechas, mí mente comenzó a divagar, como suele hacer, y comencé a imaginarme el encuentro entre un apuesto capitán francés y la valiente hija de un teniente coronel británico. Son enemigos simplemente porque uno es francés y la otra inglesa. ¿Puede el amor superar eso? «Probablemente sí», pensé. «Sobre todo si él es increíblemente atractivo». ¿Pero y si hay algo más detrás de todo eso? ¿Y si existe un rencor más personal entre ellos? Descubrir si el amor florecerá en unas circunstancias tan hostiles es una pregunta más complicada, y en la historia de Pierre y Josie encontramos la respuesta.
Un breve apunte histórico: la misión del general Foy y sus tropas en Portugal es verídica, aunque no se sabe con certeza si el regimiento de los Dragones formaba parte del convoy. El Quinto Batallón del Sexagésimo Regimiento Británico de Infantería estaba destinado en la región en aquella época, pero el pueblo de Telemos y la confrontación entre los fusileros y los hombres de Foy pertenece a la ficción de Pierre y Josie.
Estoy en deuda con el profesor Tony Payne por toda la información que me suministró, sobre la Guerra de la Independencia en general y sobre los detalles de los uniformes y el ejército napoleónico en particular, aunque me responsabilizo de cualquier error que yo haya podido cometer. Espero que me permita ciertas libertades que me he tomado por el bien de la historia. Gracias también a Carole Verastegui, por su ayuda con las traducciones del francés.
La de Pierre y Josie es una historia de amor contra todo pronóstico, y realmente espero que disfrutéis leyéndola.

Capítulo Uno
Centro de Portugal. 31 de octubre de 1810
En el pueblo abandonado de Telemos, en las montañas al norte de Punhete, Josephine Mallington intentaba desesperadamente frenar la hemorragia del fusilero cuando los franceses comenzaron su ataque. Ella se quedó donde estaba, arrodillada junto al soldado en el suelo de piedra de aquel viejo monasterio donde su padre y sus hombres se refugiaban. La lluvia de balas francesas a través de los agujeros de las ventanas continuó mientras las tropas se acercaban; sus gritos de pas de charge se oían incluso por encima del rugir de la pólvora.
—En avant! En avant! Vive la République! —oyó que gritaban.
A su alrededor se extendía el olor acre de la pólvora y el de la sangre recién derramada. Las piedras que durante trescientos años habían cobijado a los monjes y sacerdotes presenciaban una masacre. Casi todos los hombres de su padre habían muerto, Sarah y Mary también. Los que quedaban comenzaron a correr.

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