viernes, 27 de abril de 2012

80 años de Un Mundo Feliz 1932-2012 (VII)

El Salvaje la cogió por las muñecas, le arrancó las manos de sus hombros y la apartó de sí a la distancia de un brazo. 


-¡Uy, me haces daño, me... oh! 
Lenina calló súbitamente. El terror le había hecho olvidar el dolor. Al abrir los ojos, había visto el rostro de John; no, no el suyo, sino el de un feroz desconocido, pálido, contraído, retorcido por un furor demente. 


-Pero, ¿qué te pasa, John? -susurró Lenina. 
El Salvaje no contestó. Se limitó a seguir mirándola a la cara con sus ojos de loco. Las manos que sujetaban las muñecas de Lenina temblaban. John respiraba afanosamente, de manera irregular. Débil, casi imperceptiblemente, pero aterrador, Lenina oyó de pronto su crujir de dientes. 
-¿Qué te pasa? -dijo casi en un chillido. 
Y, como si su grito lo hubiese despertado, John la cogió por los hombros y empezó a sacudirla. 
-¡Ramera! -gritó-. ¡Ramera! ¡Impúdica buscona! 
-¡Oh, no, no ... ! -protestó Lenina, con voz grotescamente entrecortado por las sacudidas. 
-¡Ramera! 
-¡Por favooor! 
-¡Maldita ramera! 
-Un graamo es meejor... -empezó Lenina. 
El Salvaje la arrojó lejos de sí con tal fuerza que Lenina vaciló y cayó. 
-Vete -gritó John, de pie a su lado, amenazadoramente-. Fuera de aquí, si no quieres que te mate. 
Y cerró los puños. Lenina levantó un brazo para protegerse la cara. 
-No, por favor, no, John... 
-¡De prisa! ¡Rápido! 
Con un brazo levantado todavía y siguiendo todos los movimientos de John con ojos de terror, Lenina se puso en pie, y semiagachada y protegiéndose la cabeza echó a correr hacia el cuarto de baño. 


El ruido de la prodigiosa palmada con que John aceleró su marcha sonó como un disparo de pistola. 


-¡Oh! -exclamó Lenina, pegando un salto hacia delante. 


Encerrada con llave en el cuarto de baño, y a salvo, Lenina pudo hacer inventario de sus contusiones. De pie, y de espaldas al espejo, volvió la cabeza. Mirando por encima del hombro pudo ver la huella de una mano abierta que destacaba muy clara, en tono escarlata, sobre su piel nacarada. Se frotó cuidadosamente la parte dolorida. 

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