viernes, 30 de marzo de 2012

80 años de Un Mundo Feliz 1932-2012 (III)

De unos matorrales cercanos emergió una enfermera que llevaba cogido de la mano un niño que lloraba. Una niña, con expresión ansiosa, trotaba pisándole los talones. 


-¿Qué ocurre? -preguntó el director. 


La enfermera se encogió de hombros. 


-No tiene importancia -contestó-. Sólo que este chiquillo parece bastante reacio a unirse en el juego erótico corriente. Ya lo había observado dos o tres veces. Y ahora vuelve a las andadas. 


Empezó a llorar y... 


-Honradamente -intervino la chiquilla de aspecto ansioso-, yo no quise hacerle ningún daño. 


Es la pura verdad. 


-Claro que no, querida -dijo la enfermera, tranquilizándola-. Por esto -prosiguió, dirigiéndose de nuevo al director- lo llevo a presencia del Superintendente Ayudante de Psicología. Para ver si hay en él alguna anormalidad. 


-Perfectamente -dijo el director-. Llévelo allá. Tú te quedas aquí, chiquilla -agregó, mientras la enfermera se alejaba con el niño, que seguía llorando-. ¿Cómo te llamas? 


-Polly Trotsky. 


-Un nombre muy bonito, como tú -dijo el director-. Anda, ve a ver si encuentras a otro niño con quien jugar. 


La niña echó a correr hacia los matorrales y se perdió de vista. 


-¡Exquisita criatura! -dijo el director, mirando en la dirección por donde había desaparecido; y volviéndose después hacia los estudiantes, prosiguió-: Lo que ahora voy a decirles puede parecer increíble. Pero cuando no se está acostumbrado a la Historia, la mayoría de los hechos del pasado parecen increíbles. 


Y les comunicó la asombrosa verdad. Durante un largo período de tiempo, antes de la época de Nuestro Ford, y aun durante algunas generaciones subsiguientes, los juegos eróticos entre chiquillos habían sido considerados como algo anormal (estallaron sonoras risas); y no sólo anormal, sino realmente inmoral (¡No!), y, en consecuencia, estaban rigurosamente prohibidos. 


Una expresión de asombrosa incredulidad apareció en los rostros de sus oyentes. ¿Era posible que prohibieran a los pobres chiquillos divertirse? No podían creerlo. 


-Hasta a los adolescentes se les prohibían -siguió el D.I.C.-; a los adolescentes como ustedes... 


-¡Es imposible! 

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