domingo, 26 de agosto de 2012

Comentario de Lolita de Nabokov

De todas las novelas que escribió Vladimir Nabokov, Lolita aparece como la más completa y fascinante a la vez, y esto por razones variadas. Después de su etapa rusa y su exilio en Berlín (años oscuros en los que trató de ganarse la vida escribiendo y dando clases), Nabokov y su mujer Vera deciden emprender el viaje a Estados Unidos, en donde tiene que hacerse a la nueva vida de un país al que acabará retratando irónicamente en la novela que le dará popularidad y dinero suficiente como para vivir en un hotelito suizo los últimos y dorados años de su vida.

Como en toda historia, real o ficticia, hubo un origen, y en que caso de esta novela es El hechicero, una novelette en donde un hombre de mediana edad se enamora de una chica muy joven en un París de la época. Otras fuentes hablan ahora de un oscuro autor alemán que publicó en esos años una novela corta sobre el mismo tema: la atracción malsana que ejercen las nínfulas. Sea como sea, Nabokov retomó todo ese material y lo transmutó en una obra de arte: porque su Lolita es ante todo un artefacto lingüístico, una proeza verbal, que hizo que algún famoso crítico dijera de ella que era un conjunto de anagramas. Lo que nos sorprende en Humbert Humbert es que sea capaz de escribir casi tan bien como el mismo autor, y que sus "confesiones de un viudo de raza blanca" sean un testimonio estremecedor de cuán lejos puede llegar la obsesión por la belleza. A lo largo del libro podemos comprobar que hay varios niveles de lectura, y que al lado del relato erótico está el retrato de una sociedad autocomplaciente y que deviene kitsch; aprendemos que la indiferencia es la forma más refinada de crueldad, como ha señalado Richard Rorty en su obra Contingencia, ironía y solidaridad, capítulo La crueldad en Nabokov.

El lector que comience a leer la novela pensando que se trata de las aventuras de un pedófilo en un tiempo en que esto no constituía un problema como lo es ahora, se dará cuenta enseguida que la personalidad enfermiza de Humbert Humbert se impone enseguida, y arrastra consigo todo lo demás. Sin embargo, frente a las novelas posteriores, que adolecen de una recreación demasiado exhaustiva de mundos privados (el ejemplo mayor es Ada o el ardor), aquí encontramos una narratividad bastante placentera, una galería de personajes encantadora, y el conjunto es bastante coherente, frente a la vuelta de tuerca autobiográfica de ¡Mira los arlequines! de su etapa final.

La novela fue publicada por una editorial de productos eróticos francesa, fue tachada de pornográfica, pero como suele suceder en la vida de Nabokov, al final se salió con la suya, y el hecho de que el director de cine Stanley Kubrick decidiera llevarla al cine, supuso su éxito definitivo. El guión fue escrito por el propio Nabokov, pero como siempre sucederá con las adaptaciones de sus novelas, la película queda muy por debajo de la obra literaria: Kubrick y luego Adrian Lyne pueden contar las acciones, crear ciertas atmósferas, pero es difícil que acierten con el traslado de esos juegos de lenguaje que es el corazón de Lolita.

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