RETOÑOS
Había en aquella casa un ventanal de marcos blancos dividido en pequeños
rectángulos, por donde el sol llegaba hasta todos los rincones, en verano e
invierno. También había, contra el ventanal, un asiento mullido con almohadones
redondos y un gato blanco que parecía un almohadón. La cocina estaba llena de
sabrosos presagios: frascos de vidrio con ramas de canela o vainilla, tarros de
crema casera, galletas de chocolate que se deshacían al mirarlas. Había casi
siempre olor a mermelada de frambuesa, y un pastel de manzanas que se horneaba
lentamente a pesar del agua en la boca. El gato a veces bostezaba, y eso parecía
una señal para que el piano sonara en la sala con un aniñado teclear de estudio
vespertino. La escalera que llevaba a los dormitorios tenía las barandas
torneadas, Y uno podía sentarse allí y ver todo como recortado por un molde,
curva arriba y curva abajo, dibujando la sala y sus alrededores en una simetría
silenciosa y perfecta. Casi todas las habitaciones tenían las paredes cubiertas
por un papel floreado, de dibujos muy pequeños que hacían cosquillas en los ojos
a la hora de apagar el velador.
...
No hay comentarios:
Publicar un comentario