lunes, 30 de junio de 2014

Inicio de Cesarán las lluvias, de Carlos Gardini

Cesarán las Lluvias 
Carlos Gardini 

Los muertos caían y caían. Las lluvias habían empezado mucho tiempo atrás, ya nadie recordaba cuándo. En ciertos días arreciaban más que en otros, y los muertos, aunque distanciados por espacios regulares, caían sin cesar. Nunca había consecuencias graves. Los muertos jamás mataban a nadie. Pero a Helena la seguían horrorizando, y Martín hubiera hecho cualquier cosa para consolarla. No era aprensión, no era miedo. Era horror puro y simple, un horror que se expresaba en asco. Le repugnaba verlos caer desnudos en el barro, las bocas grotescamente abiertas. Después pasaban los días y la carne se les ablandaba, se les disolvía como cera, y los muertos se iban derritiendo en el suelo. Todos caían desnudos, pero todos eran iguales. Algunos eran viejos y plácidos, otros eran jóvenes y violentos; los había enteros, y mutilados, y escaldados, y descuartizados, y congelados. Una vez, cuando Helena y Martín estaban en un campamento, un viejo desdentado comentó: 
 —Son los muertos de la historia.
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