sábado, 20 de abril de 2019

Inicio de LAS ESFERAS DE SUEÑOS

LAS ESFERAS DE SUEÑOS
Elaine Cunningham


Preludio
El semiogro se dirigió a la puerta de la taberna, que estaba abierta, arrastrando al último de los clientes de esa noche con la cuerda con la que se sujetaba los pantalones bombacho. Su cautivo se retorcía como una trucha en el anzuelo y soltaba mordaces maldiciones típicas de los muelles. Pero sus esfuerzos no producían ninguna impresión en el guardián de la taberna. Con su cuerpo de más de dos metros de estatura, todo músculo y maldad, Hamish era perfectamente capaz de levantar en vilo a cualquier parroquiano de El Pescador Borracho con tanta facilidad como otro llevaría en las manos un paquete de pescado envuelto en papel.
—Levanta la quilla y recoge velas —rezongó Hamish mientras se disponía a lanzar al hombre—. Te guste o no, estás a punto de encallar.
Era un aviso más que suficiente en los muelles, pero el hombre lo desoyó. El semiogro esperó en vano unos momentos a que su presa dejara de debatirse, tras lo cual se encogió de hombros y lo lanzó hacia la oscuridad. Las protestas del hombre se convirtieron en un lamento que quedó interrumpido por un ruido sordo.
Hamish cerró de golpe la puerta de la taberna y luego deslizó la gruesa tranca de madera de roble que la aseguraba. La madera chirrió. Fuera, el parroquiano al que acababa de expulsar empezó a aporrear la puerta atrancada.
Dos camareras dejaron de limpiar la cerveza derramada para intercambiar una rápida mirada de soslayo y suspiros de resignación. Una de ellas, una escuálida morena con unos ojos soñadores que contrastaban con la realidad de su cuerpo desnutrido, lanzó una única moneda de plata encima de la mesa y cogió una jarra grande aún medio llena. Entonces la alzó, como un espadachín que lanzara un reto, y se dirigió a la otra camarera, una bonita rubia con la que compartía el último turno de la noche en El Pescador Borracho.


No hay comentarios:

Publicar un comentario