martes, 4 de octubre de 2011

Una presentación de un libro

 A veces, tener un compañero como el mío, te pone en bandeja situaciones harto peligrosas. Me explico: mi marido es un ser eminentemente social, que disfruta muchísimo de la compañía de gente prácticamente desconocida, con la cual rápidamente entabla conversación amigable y distendida. Por esa característica tan suya, tiene multitud de contactos y se ve invitado a cantidad de eventos, sobre todo en el campo de la restauración. Uno de esos contactos montó un sitio en Valencia que ya se ha convertido en un lugar emblemático en el mundo de las letras: el Bibliocafé. Claro, ni que decir tiene el peligro que eso puede significar para mi muy mermada economía: juntarme en el mismo sitio cafetería, libros y, de vez en cuando, escritores, es cuanto menos un riesgo al que, he de confesar, me veo arrastrada periódicamente (sin mucho esfuerzo por su parte, por cierto).

Era viernes por la tarde, y me enfrentaba a la difícil disyuntiva de escribir un informe de lectura (tengo cinco pendientes), seguir estudiando gramática, continuar con el estudio de la diosa Freyja, o ponerme a corregir y revisar alguno de los manuscritos que tengo esperando. Ninguna de las opciones me apetecía lo más mínimo, así que cuando mi estupendo me comento la presentación de una novela histórica esa misma tarde en Bibliocafé, nuevas perspectivas de ocio se abrieron ante mí.

No quiero ir a demasiadas presentaciones porque siempre, aunque no sea el libro presentado, acabo picando algo, y el gasto en libros crece de la misma forma que disminuye el espacio en las estanterías. La doble fila ya se ha acabado y estoy pensando en forrar el pasillo. Al fin y al cabo, se podría pasar. Eso sí, de lado. Pero a pesar de mi reticencia, me atraen. Soy curiosa, y encima si tengo quien me incite…Sí, soy débil.

Bueno, pues allí que nos presentamos mi chico y yo, a ver de qué iba el tema. Ya había ojeado algo en internet sobre el autor, su novela, sobre el escritor que lo presentaba y sus libros publicados. El hecho de que versara sobre una época un tanto oscura y poco tratada, como es la Galicia del siglo xi le dio un mérito añadido a mis ojos. La verdad es que si hubiese tratado de historia antigua me lo habría pensado; me siento saturada de griegos y romanos. Pero la época medieval me atrae especialmente y hace algún tiempo que deseo volver a profundizar en ella.

En las presentaciones a las que suelo ir podemos establecer diferencias notables si el autor es foráneo o del terruño. En el primer caso, la asistencia es mucho menor, por supuesto, y más enfocada al interés que despierta el libro. En el segundo caso se da mayor afluencia de público, ya que el escritor se ve arropado cálidamente por la familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y otras gentes que lo acompañan en esa situación tan intensa y emocionante como es la salida al mundo de su vástago.

Evidentemente, nosotros no pertenecíamos al círculo del escritor. No había sabido de su existencia hasta unas pocas horas antes. Esto te permite contemplar todo el acto desde una perspectiva más fría y objetiva. La visión de lectora, de simple aficionada a la literatura, se ve limpia de prejuicios que puedas tener hacia el autor cuando lo conoces, aunque solo sea de participar en el mismo foro internetero o de tener un amigo común en el facebú.

Llegamos con tiempo, un buen rato antes de que empezara. El ambiente era distendido, como es lógico. No era una presentación formal. En las mesas de la cafetería la gente se distribuía en tertulias que charlaban amigablemente y junto a la barra departía con animación un grupo que, supuse con acierto, englobaba a los dos escritores. Sobre una se exponían ejemplares del libro. Me acerqué y empecé a ojear el volumen. Siempre evito comprarlo si no he leído algunas páginas antes, a no ser que me venga muy recomendado. En esta ocasión, ciertos detalles del lenguaje y la forma de expresión no me predisponían muy a favor de su lectura. Inmediatamente noté varios pares de ojos fijos en mí. Era evidente que debía ser la única persona desconocida para el entorno del autor que se interesaba por la novela. Tras leer unas cuantas páginas, mi marido y yo empezamos a comentar lo que veíamos. El público que asistía era el esperado al ser un autor de la zona: posibles compañeros de trabajo en una mesa, hipotético grupo de amigos en otra. En la más grande, familiares con niños y abuelos...

También comentamos un hecho que me llamó la atención. Pese a que el libro había quedado finalista en un prestigioso certamen de literatura histórica, el sello que lo publicaba no era demasiado conocido. Esto, muy frecuente en la literatura fantástica, no suele ser tan habitual en este tipo de novelas, género que goza de mucho más prestigio y está ahora bastante de moda.

Empezó la presentación, como viene siendo normal, con unas pocas palabras del dueño del local, dando la bienvenida a los asistentes. Al momento tomó la palabra el presentador del acto. Y, a partir de entonces, mi percepción sobre el libro y el autor cambio por completo conforme avanzaban sus comentarios. Quien lo había elegido como presentador, sabía bien lo que hacía pues demostró tener unas tablas y una soltura que muchos periodistas y comunicadores querrían para sí. Esto por supuesto, es determinante en un acto de estas características, y por desgracia no es algo que se vea muy a menudo. No venía a vender un libro en el que no creía como he observado muchas veces, impelido por el compromiso, la amistad o cualquier otra situación. De hecho no habló en exceso del libro. Se centró sobre todo en el escritor, en su trayectoria, en el premio conseguido, en las dificultades de publicación, en su pasado y en su futuro.

Al cabo de un rato que se hizo corto tomó la palabra el autor. Él había venido a hablar de su libro y lo hizo con profusión, pero sin destripar nada del argumento, sabiendo dejar un interés por la obra que atrajera al lector. Esto, que puede parecer lógico, resulta muy difícil como he podido comprobar más de una vez (incluso me han llegado a contar toda la novela con pelos y señales). Sí se extendió sobre la ambientación histórica que lo rodea, demostrando no solo sus profundos conocimientos sobre la época, cosa que sería de esperar, sino una profundo interés, una gran pasión por lo que había estudiado y había escrito. Esto tampoco es muy frecuente, aunque pueda parecer paradójico. He visto autores quitar importancia a sus libros, con un abuso de falsa modestia que más que pregonar su humildad, pone de relevancia un exceso de ego; y a otros que, en realidad, no creen en lo que han escrito. Eso se transmite y se nota. También habló de sus proyectos futuros con la misma vehemencia que hablaba de los pasados. Esto denotó lo profundamente que vive cada historia en la que se sumerge.

Fue, a pesar de tratarse de una presentación entre familiares y allegados, un acto dirigido al lector desconocido, realmente capaz de interesar por la lectura del libro. Algunos de estos eventos acaban siendo una tertulia de amigos, cosa que está muy bien, pero que resta importancia al libro de cara al lector. Pero lo que ya acabó de inclinar la balanza fueron dos comentarios surgidos al hilo del turno de preguntas. Uno fue del presentador, que comentó que los personajes cobran vida propia y van por donde se les antoja muchas veces. Sí, sé que alguno que lea esto sonreirá. Es un tema que en algún momento he comentado con amigos que también le dan a la tecla, y a los que de vez en cuando, alguna de las que ellos creían que eran sus creaciones les demuestran que no lo son tanto y que tienen vida propia. El otro comentario, del autor novel, surgió cuando alguien le preguntó por el origen de la idea. Dijo que leyó un documento y un hecho que narraba y que ocupaba un par de líneas se le quedó grabado y empezó a pedirle que contara la historia.

No sé. Para muchos esto no es importante, no es determinante. Pero para mí, como lectora, el hecho de que un autor se obsesione con una historia antes de escribirla, el hecho de que sienta esa necesidad de escribir esa historia y no otra, va a influir mucho en el resultado final; también el hecho de que vaya surgiendo esa historia en torno a una persona, que es un personaje, y que sea el él que vaya marcando las pautas de cada momento, es algo que trasciende y que impregna toda novela.

Esa prioridad dada al personaje, sea principal o secundario, frente a la historia es algo que me encanta en las novelas. Es por supuesto una opinión y un gusto muy personal. Pero como es lo que me transmitieron en esta presentación estos dos escritores, acabé picando, como no, y me traje dos libros, el presentado y otro escrito por el presentador. No se me puede sacar de casa.

En breve comentaré por aquí los libros y veremos si mis impresiones fueron o no acertadas.

2 comentarios:

  1. Sí, hemos sonreído xD al menos yo... =)

    Ya nos contarás qué tal el libro y si hay que ir rápidamente a comprarlo ;)

    ResponderEliminar
  2. cuando alguno decide ir a su bola, hay que ver la caña que dan....XDXD

    ResponderEliminar