martes, 6 de agosto de 2013

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ABUELITO de James H. Schmitz


Un ser de alas verdes, velludo, del tamaño de una gallina, revoloteaba en la falda de la colina hasta llegar a un punto situado directamente por encima de la cabeza de Cord, a algo así como seis metros de altura. Cord, un ser humano de quince años de edad, se apoyaba en su vehículo, detenido en el ecuador de un mundo que albergaba a seres terrestres desde hacía solamente cuatro años, medidos en tiempo de la Tierra, y contempló especulativamente a la criatura. Esta se denominaba, en la libre y simple terminología del Equipo de Colonias Sutang, una chinche de pantano. Oculto en la vellosa parte de atrás de la cabeza de la tal chinche se hallaba otro animalejo, semiparasitario del anterior, conocido como el parásito de la chinche.


Este parecía pertenecer a una nueva especie, de acuerdo a Cord. Su parásito también podía ser o no desconocido. Cord era, naturalmente, un investigador. Su primer vistazo al extraño par de criaturas había despertado en el una enorme curiosidad. ¿Cómo funcionaría ese fenómeno? ¿Qué cantidad de cosas fascinantes podrían lograrse una vez que se supiera más?


Normalmente tales investigaciones solían estar limitadas por las circunstancias. El Equipo de las Colonias era un grupo de gente práctica y de gran capacidad de trabajo; dos mil personas a quienes se les había encomendado la tarea de transformar y domar este planeta, en un lapso de veinte años, a fin de que cien mil colonos pudieran establecerse con una comodidad y seguridad razonables. Aun los más jóvenes del equipo, como Cord, debían limitar su curiosidad a las pautas de investigación dictadas por la central. Ya había sucedido previamente que las inclinaciones de Cord a realizar investigaciones por su cuenta le habían acarreado la censura de los superiores inmediatos.


Miró, casi por casualidad, en dirección a la Estación de Colonias de la bahía Yoger. No pudo distinguir signos de actividad humana en el voluminoso campamento de la colina, tan similar a una fortaleza. Su parte central estaba cerrada. En quince minutos se abriría para dejar salir a la Regente Planetaria, que hoy estaba inspeccionando la Estación y sus principales actividades.


Cord decidió que quince minutos era tiempo suficiente como para tratar de descubrir algo sobre la chinche.


Pero antes tendría que capturarla.

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