miércoles, 10 de julio de 2013

ANTON CHEJOV - ¡CHIST! ( y II)

(Iniciado ayer)

-¡Mamá, agua!-grita la voz de su hijo. 

-¡Chist!-dice la madre-. Papá escribe. Chist... 

Papá escribe a toda velocidad, sin tachones ni pausas, sin tiempo apenas para volver las hojas. Los bustos y los retratos de los escritores famosos contemplan el correr de su pluma, inmóviles, y parecen pensar: "¡Muy bien, amigo mío! ¡Qué marcha!" 

-¡Chist!-rasguea la pluma. 

-¡Chist!-dicen los escritores cuando un rodillazo los sobresalta, al mismo tiempo que la mesa. 

Bruscamente, Krasnukin se endereza, deja la pluma y aguza el oído... Oye un cuchicheo monótono... Es el inquilino de la habitación contigua, Tomás Nicolaievich, que está rezando sus oraciones. 

-¡Oiga!-grita Krasnukin-. ¿Es que no puede rezar más bajo? No me deja escribir. 

-Perdóneme-responde tímidamente Nicolaievich. 

-¡Chist! 

Cuando ha escrito cinco páginas, Krasnukin se estira de piernas y brazos, bosteza y mira al reloj. 

-¡Dios mío, ya son las tres!-gime-. La gente duerme y yo... ¡sólo yo estoy obligado a trabajar! 

Roto, agotado, con la cabeza caída hacia a un lado, se va al dormitorio, despierta a su mujer y le dice con voz lánguida: 

-Nadia, dame más té. Estoy sin fuerzas... 

Escribe hasta las cuatro y escribiría gustosamente hasta las seis, si el asunto no se hubiese agotado. Coquetear, hacer zalamerías ante sí mismo, delante de los objetos inanimados, al abrigo de cualquier mirada indiscreta que le atisbe, ejercer su despotismo y su tiranía sobre el pequeño hormiguero que el destino ha puesto por azar bajo su autoridad, he ahí la sal y la miel de su existencia. ¡De qué manera este tirano doméstico se parece un poco al hombre insignificante, oscuro, mudo y sin talento que solemos ver en las salas de redacción! 

-Estoy tan agotado que me costará trabajo dormirme...-dijo al acostarse-. Nuestro trabajo, un trabajo maldito, ingrato, un trabajo de forzado, agota menos el cuerpo que el alma... Debería tomar bromuro... ¡Ay, Dios es testigo de que si no fuera por mi familia dejaría este trabajo!... ¡Escribir de encargo! ¡Esto es horrible! 

Duerme hasta las doce o la una, con un sueño profundo y tranquilo... ¡Ay, cuánto más dormiría aún, qué hermosos sueños tendría, cómo florecería si fuese un escritor o un editorialista famoso o al menos un editor conocido!... 

-¡Ha escrito toda la noche!-cuchichea su mujer con gesto apurado-. ¡Chist! Nadie se atreve a hablar ni andar, ni a hacer el menor ruido. Su sueño es una cosa sagrada que costaría caro profanar. 

-¡Chist!-se oye a través de la casa-. ¡Chist!

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