sábado, 13 de julio de 2013

¿Sabes de donde es este fragmento?

Tom despertó mucho después de medianoche y descubrió a Doug que escribia rápidamente a la luz de una linterna.
— ¿Doug, qué pasa?
— ¿Qué pasa? ¡Todo pasa! Estoy anotando la suerte que tengo, Tom. Oye, la Máquina de la Felicidad no funcionó, ¿no es cierto? ¡Pero qué importa! Tengo arreglado todo el año. Necesidad de ir a alguna parte en las calles principales: tomo el tranvía y puedo mirar alrededor y espiar el mundo. Necesidad de ir a alguna parte fuera de las calles principales; golpeo la puerta de la señorita Fern y la señorita Roberta y ellas cargan las baterías de su coche eléctrico y salimos navegando. Necesidad de correr por los callejones y pasar sobre las cercas, y ver esa parte del pueblo que sólo se puede ver dando un rodeo y encaramándose: me pongo los zapatos de tenis nuevos. ¡Zapatos, corridas, tranvías! ¡Todo arreglado! Pero hay algo mejor, Tom, todavía mejor. Escucha. Si quiero ir a alguna parte donde ningún otro puede ir, pues no son bastante listos para pensarlo, si quiero ir a 1890 y luego a 1875 y cruzar otra vez hasta 1860, ¡me subo al expreso del viejo coronel Freeleigh! Estoy escribiéndolo de este modo: Quizá los viejos nunca fueron niños, como decimos de la señora Bentley; pero, grandes o pequeños, algunos estuvieron cerca de Appomattox en el verano de 1865. Allí aprendieron a tener vista de indio, y pueden ver hacia atrás mucho más que tú o yo hacia adelante.

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