viernes, 16 de septiembre de 2011

Estoy enamorada de un tío que no existe

Queda ridículo, ¿verdad? Pues más ridículo queda todavía cuando le pongo nombre a ese tío. Los que me conocéis bien (y los que me conocéis menos bien, y los que sólo me conocéis de pasada, e incluso aquellos que sólo me habéis visto de refilón en algún antro internetero de estos mundos de Dios, y me atrevería a decir que hasta los que sólo sabéis de mí lo que dice en la solapa de alguno de esos libros que hay firmados con mi nombre en las librerías, esperando acechantes al despistado comprador para saltarle a la yugular) sabéis de sobra que hace más de un lustro que he reconocido que estoy enamorada de Jon Nieve (Jon Snow ‘en versión original’); de hecho, es motivo de chufla y rechufla, broma de mayor o menor gusto, cachondeo del sano y del hiriente, descojonos varios y variados y miradas intencionadas en todas sus variantes (incredulidad, conmiseración, horror, sorna, etc). Pero yo sigo erre que erre: sí, soy una mujer hecha y derecha, tengo ya mis buenos casi 35 añitos, soy una profesional reconocida en mis dos modalidades (periodista y escritora), y, sin embargo, no me cuesta reconocer que estoy completamente enamorada de Jon Nieve, que es, para el que no esté familiarizado con la obra de George R. R. Martin, un chaval de 17 años, con un ánimo que oscila entre la depresión más emo (hasta viste de negro… aunque sea por ‘exigencias del guión’) y la carencia absoluta de sentido del humor, y que, lo que es más importante, es un personaje de ficción.

O sea, no existe.

Ahora es cuando todos ponéis los ojos en blanco. Así, muy bien. Mirando pal cerebro, que dicen en mi pueblo. Mientras volvéis a direccionar las pupilas hacia el exterior de vuestros cráneos, visualizadme con la barbilla bien alta, los labios apretados y los ojos entrecerrados en el mejor de las poses “sí, qué pasa”, ¿de acuerdo?

Una vez pasado el primer impacto (podéis seguir pensando “esta tía está más loca que que que una cosa muy loca”, o incluso “tiene carencias afectivas”, y hasta podéis llegar al consabido “ésta lo que necesita es un buen…” y lo que sigue (válgame, autocensurándome a estas alturas, a lo que hemos llegado). No me importa, lo tengo superado =) Sí, me enamoro de tipos de papel. ¿Qué pacha? No sólo de Jon Nieve (aunque reconozco que me tiene chifladita): hay otros muchos personajes que me aceleran el pulso. Hace algunas semanas un colega psicólogo me vio hecha polvo, con los ojos hinchados y una carita de viuda reciente que daba lastimica verla (nunca he sido gran cosa, pero aquel día debía estar horrible a juzgar por la cara de susto que puso al verme) y, cuando logró sacarme qué me pasaba, sus palabras fueron: “¿Y por qué tienes que avergonzarte de llorar por lo que le pase a un personaje de ficción? Lo jodido sería que no sintieras nada.” Así que cabeza alta, hombros atrás, y sigo explicando lo que os quería explicar con esta confesión de programa de radio de madrugada.

Lo que a priori puede parecer una lacra, oh, dioses, me enamoro de personajes de ficción, Virginia, joder, cómprate una vida y todas esas cosas, en realidad me sirve, y me sirve bien. Y no sólo es porque mi imaginación sea bastante explícita, que también (no os pongáis mojigatos: en Poniente los chavales de 17 años NO son menores de edad, y además no se puede cometer un delito mentalmente, qué leches), ni tampoco porque total, como una es soltera de pensamiento, obra, palabra y omisión, pues qué mejor que buscarse un churri imaginario en vez de tener sueños curiosones con el vecino del quinto, que está casado y su mujer tiene una mala uva que como me vea lanzándole miradas tiernas al susodicho me mete una leche que me deja la nuca a la altura del esternón.

No, en realidad me sirve de otra forma. Y es que hace tiempo que descubrí una verdad fundamental acerca de mí: soy enamoradiza, qué le voy a hacer. Me encapricho hasta las pencas de uno u otro a mínimo que me haga un poquito de gracia. Y eso también me pasa con los personajes de ficción, aunque enamorarse de un tío que sólo sale en un libro es mucho menos embarazoso que hacerlo de uno con el que te cruzas todos los días en el ascensor. Las probabilidades de éxito vienen a ser las mismas, pero al menos el del libro nunca te hace pupita, ni te da calabazas, ni te hace la cobra, ni te hace ‘un truco de magia’, ni pierde convenientemente tu número de teléfono, ni otras muchas cosas peores que no voy a decir por si acaso me lee alguien con tendencia a la depresión. Al menos, como digo, el del libro siempre está ahí al alcance de tu mano ;)

Y, sin embargo, tampoco es por eso por lo que esta capacidad de enamorarme de tíos inexistentes me resulta útil. Como ya sabéis la mayoría (y los que no, pues por eso lo digo), soy escritora. Llevo siéndolo desde que era niña, pero sólo hace seis o siete años que me he puesto ‘en serio’, y hace menos de dos que me considero profesional. Y cuando comencé a escribir ‘de verdad’, dejándome de escenitas tontas para pasar el rato, relatitos improvisados en foros e historias basadas en las historias de otros autores, descubrí una cosa fascinante: eso mismo que me ocurría al leer los libros de otros me sucedía al escribir los míos. Cuando yo leía una historia y me enamoraba de un personaje, tenía que seguir leyendo, igual que, si me hubiera enamorado del chaval del quiosco de la esquina, habría hecho todo lo posible por pasar al menos dos veces al día a verlo, aunque me dejase el sueldo en revistas que luego no iba a leer. Y, al escribir mis propias historias, sentía esa misma obsesión, esa misma necesidad casi física por ver al ‘chico de mis sueños’ de esa semana. ¿Por qué? Pues porque me enamoraba locamente de mis personajes.

Fue entonces cuando decidí dejar de esconder esa lacra rara mía y dejarme llevar. ¿Me volvía loca por los personajes que se inventaba otro tío? Sí, y por los que me inventaba yo también. Y cuando me enamoraba de ellos, tenía que escribir sobre ellos. Y lo que escribía funcionaba, porque estaba escribiendo con pasión, que es una de las cosas fundamentales a la hora de enfrentarse a un trabajo medianamente creativo/artístico. Y las letras fluían debajo de mis manos, y la novela salía sola, y la historia tenía alma, tenía ese ‘algo’ que no se puede explicar con palabras y que no se puede aprender haciendo cursos ni masters ni machacándose a trabajar para hallarlo. Y he descubierto que, cuando no siento nada, cuando un personaje no me despierta ninguna sensación, ningún sentimiento, no me provoca ninguna reacción, entonces no puedo escribir sobre él. Y entonces vienen los bloqueos, la desesperación, la depresión, el llanto y el crujir de dientes. Cuando todo es tan sencillo como enamorarse.

Así que ya sabéis por qué no me importa reconocerlo, e incluso decir con orgullo “Sí, estoy enamorada de Jon Nieve”. Perdida e irremediablemente. ¿Algún problema…?

10 comentarios:

  1. Ay, qué requetemoñas. Y cómo me ha gustado XD

    No hay nada mejor que enamorarse de personajes "de papel", y mucho más si son TUS personajes. Nada como el ammmmmeeeso para seguir escribiendo. O leyendo. O soñando, o lo que sea.

    Un beso de parte de Jon, y otro de parte de (no diré su nombre) y de (otro nombre que tampoco diré) y de nuestros chicos (cuyos nombres tampoco diré XD)

    ResponderEliminar
  2. Atendiendo a la segunda foto, no te gustara tambien por casualidad Rafa Nadal?

    ResponderEliminar
  3. Nuuu, que Rafa Nadal no es un personaje de ficción xD

    ResponderEliminar
  4. Ya... Casillas tampoco. Y pregúntale por él XD

    ResponderEliminar
  5. Bueh, pero es que Casillas es una excepción xD

    ResponderEliminar
  6. No, si va a resultar que aun eres mas moñas que yo ;) Pero yo creo que eso que te pasa es básico para escribir bien, para que, como tu has dicho, tus novelas tengan alma. Yo creo que, como lectora, se nota cuando un autor se ha enamorado de sus personajes y cuando no. y contigo se nota, y mucho.
    Sigue enamorándote de ellos. Porque así los lectores podremos seguir haciendo lo mismo: enamorándonos de tus personajes;)

    ResponderEliminar
  7. No me sorprende que te guste un tío de papel, si no que te guste este tío en concreto. Como sabes, no leí todos los libros, pero en los dos primeros el personaje llega a resultarme insultantemente soso e insustancial. Supongo que tendrá su razón de ser o que tiene que pasar algo a lo que yo no llegué para verlo cuando menos interesante...

    ResponderEliminar
  8. Pues a mi no me extarña en absoluto y puedo decir que YO TAMBIEN AMO A JON NIEVE!!!!!

    ResponderEliminar
  9. Es increíble cómo navegando por internet se llega a muchos, muchos sitios. Me encantó leerte. ¡Y cuán identificada me he sentido! Voy a darme vueltas más seguido por tu blog, ahora que lo encontré, de casualidad. No estoy enamorada de Jon Nieve. Pero sí de otro personaje de libro. Y es cierto, cuando sale con pasión, fluye solo.

    ResponderEliminar