martes, 20 de septiembre de 2011

¿Escribes, o trabajas?

“Sólo hay un modo de ganar dinero escribiendo, y es casarse con la hija de un editor”. —George Orwell.

Digan lo que digan los estudiantes de teología, cuando Dios Nuestro Señor le dijo a Adán aquello de “te ganarás el pan con el sudor de tu frente”, nos hizo a todos los que vinimos detrás una putada bien gorda. Trabajar cansa. Y si además se trabaja por cuenta ajena, hay muchas probabilidades de que tengamos que soportar al proverbial jefe puñetero. Con este panorama, no es de extrañar que muchos hagan lo posible por no volver a hincarla durante lo que les resta de vida. Algunos se meten a políticos. Otros a tertulianos, o a concursantes de Gran Hermano. Los que pueden se buscan un enchufe en alguna parte. Y unos pocos, quizá los menos listos de todos, intentan ser artistas. Lo de ser (o creerse, o parecer, o intentar llegar a ser) “artista” es, a priori, una opción mucho más atractiva que darle al pico y a la pala. Los horarios son flexibles, ayuda a ligar hasta cierto punto, llena de orgullo a muchas madres y anima una barbaridad la conversación durante las cenas de Nochebuena. Pero tiene un gran inconveniente: no termina de ser fácilmente compatible con la molesta necesidad de pagar facturas.

Mucha gente parece pensar que el Escritor (en mayúscula enfática) es un ser privilegiado con un don, tocado por la Gracia Divina y ojito derecho de las Musas (que, como todo el mundo sabe, son unas titis la mar de macizas vestidas con velos de gasa), cuya única preocupación real consiste en darle forma a su próxima y genial obra. A poco que se indague sobre el particular, uno no tarda en descubrir que, como a todo hijo de vecino, al escritor también le preocupan las letras. No las que llenan de vida a sus personajes después de juntarlas para formar palabras, no. Letras de las que llegan al buzón todos los meses y requieren de dinerito en el banco para no ser expropiado. Cierto es que hay escritores forrados, que se inflan a vender, viven en casoplones de escándalo y además cobran una buena pasta en materia de royalties, pero muchos pasaron verdaderas miserias para alcanzar el éxito. Ellos también sudaron.

Gente como Raymond Chandler, por ejemplo. Con el tiempo llegaría a ser uno de los autores mejor valorados de la novela negra, pero pasó por más de treinta trabajos antes de acabar encontrando su verdadera vocación en la contabilidad, gracias a la cual consiguió una jubilación prematura que le permitió firmar “El sueño eterno”, su primera novela, a los 51 años. Recogió albaricoques por 20 centavos la hora, encordó raquetas de tenis y, cuando quiso ejercer el periodismo, fue despedido sin siquiera pasar el periodo de prueba. Desde luego, los suyos no fueron unos comienzos demasiado esperanzadores. Sin salirnos del mismo género literario, James Ellroy, que nunca acabó sus estudios, recogía pelotas de golf mientras escribía a mano “La dalia negra”. ¿Y qué pasa si ampliamos un poco más el espectro? Jack London robó ostras en la bahía de San Francisco, repartió periódicos, trabajó en una fábrica de conservas, cazó focas en el ártico y buscó oro en Klondike. La lista de “trabajos de mierda” de Charles Bukowski daría para mil palabras de entrada por sí sola. George Orwell, autor de “Rebelión en la granja” o “1984”, vivió como un vagabundo y tuvo tantos trabajos diferentes que llegó a escribir una novela sobre la posibilidad de dedicarse exclusivamente a la literatura, o complementarla con un trabajo más o menos embrutecedor.

Así que, ya lo ves, sufrido aspirante a literato. Si tienes un trabajo que aborreces y eso te quema, te arrebata la vida y te merma la pasión, no desesperes. Ni eres el primero, ni serás el último. Piensa que muchos otros se vieron en una situación como la tuya, o incluso peor, y a pesar de todo triunfaron. Puede que no te consuele, pero deberías darte cuenta de que en este planeta hay cientos de miles de personas que están en tu misma situación, y encima no tienen el amor por la palabra para aliviarles un poco la carga. Trabajar no es una opción. Es una necesidad. Ni tú ni yo tenemos la culpa de eso. Sin embargo, sí la tendremos si dejamos que la cruda realidad nos desanime y nos aleje de las satisfacciones que nos proporciona la escritura. Que son muchas y variadas, sí, pero casi todas intangibles. Mientras no puedas comer del aire, y a menos que heredes una escandalosa cantidad de dinero que te permita vivir a cuerpo de rey el resto de tus días, tendrás que robar horas de tu tiempo libre para darle a la tecla. Esto es una carrera de fondo. Y no se acaba hasta que tú decides que se ha terminado.

Información Adicional: como tantos otros, Israel Sánchez compagina su currele con lo de ser "escribidor" ocasional de cosas. Por eso, agradece enormemente el ejercicio de catarsis que este blog supone para sus neuras. Si tuviera una salud mental que poder conservar, seguro que le sería de gran ayuda.

7 comentarios:

  1. ¿Me estás diciendo que nunca podré tener ese Ferrari, Isra? :(

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  2. Ah, y por cierto, que me olvidaba. Dejando al margen lo que me haya podido gustar el artículo (que sí, me ha gustado), enhorabuena: está en azul y con el tipo de letra correcto XDXDXD

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  3. La verdad es que creo que casi todos los escritores hacen más cosas además de escribir. Lo que eufemísticamente se llama promoción suele acabar derivado a relaciones públicas de locales nocturnos o a aparición en programas cutres.
    Yo no se cuanto habrá vendido Sánchez Dragó pero seguro que lo que le da de comer es hacer tv y radio.

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  4. Sé que no me he currado mucho las conclusiones del texto, porque lo escribí así como a toda leche (rollo escritura automática), pero no. No quiero decir que no vayas a tener tu Ferrari. De hecho, sigo teniendo la esperanza de ir a una de las épicas fiestas que montarás si al final resulta que te forras. Sí que digo que las probabilidades de forrarse con esto son escasas, y que las más de las veces uno debe compaginar la tecla con otra profesión con la que se gana el pan, como bien dice el amigo Brutus. Estoy convencido de que muchos escritores viven más “de ser escritor” que de lo que venden. No sé si me explico. Pero vamos, que la entrada es sobre todo para mí, que estoy hasta las pelotas de mi curro y necesito animarme de vez en cuando. XD

    PD: lo mejor de que haya puesto el texto en color, tamaño y formato correctos es que lo he conseguido sin hacer nada en particular. Si llego a investigar un poco, lo mismo le había plantado un amarillo limón gazmoño la mar de apañado, por todo aquello que se habló ayer ya sabes dónde. Jurjurjur…

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  5. Me ha encantado tu desahogo. Sirve para recordarse, una y otra vez, que quien escribe está en eso porque le gusta o le apasiona y por nada más, porque normalmente, no hay nada más. =)

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  6. «Trabajar no es una opción. Es una necesidad. Ni tú ni yo tenemos la culpa de eso. Sin embargo, sí la tendremos si dejamos que la cruda realidad nos desanime y nos aleje de las satisfacciones que nos proporciona la escritura.»

    Pues ya sabes. Las novelas no se escriben solas ;)

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  7. En mi caso tuve que trabajar desde bastante antes de tener edad para hacerlo, y ya cuando empecé a darle a la tecla, me llevaban los demonios con el tema del curro. Muchas veces no era por currar incluso, sino porque el curro coincidía con momentos en lo que quería escribir o peor aún, tenía que dejar de escribir para irme a currar.

    En cualquier caso, una de las cosas que intenté siempre es no abarcar más de lo debido y ser consciente de mis prioridades.

    Tengo una casa enana, en un barrio regulero y cuarto sin ascensor, pero no pago hipoteca. Tengo un coche con más de 11 años y lleno de bollos y arañazos, pero está pagado. Y por otra parte, soy muy de ahorrar y gasto menos que un mechero.

    Gracias a eso me pude permitir algún que otro viaje en condiciones o estar sin trabajar durante X meses.

    Uno llega a la conclusión de que el tiempo es lo más valioso, y que muchas cosas no son tan necesarias.

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