jueves, 7 de febrero de 2019

¿Conoces la procedencia de este fragmento?

Anoche soñé que insultabas a Damiana en la calle, y muy aceradamente. Un hombre fuerte surgió, agresivo, en defensa de la mujer, y otro, como impelido de la curiosidad, se sumó al lance. Dijiste al agresor: «Deténgase usted y sepa la historia que voy a contar». Fue, sin duda, una actitud ingenua y llena de ansias de comunicarte con la tribu, empeño que ocurre constante en ti. En seguida contaste el caso de Damiana, Lucía y tú mismo. Exclamó el segundo hombre: «Este Daniel tiene razón: mucho mal hizo su toronjita». Entonces oímos una voz como del cielo, que hablaba así: «Es mi hija». Sentenció el primer hombre: «Damianita no necesita de padre alguno, pues sabe romper por el mundo y la vida, bien segura y solita». 
¿Habré padecido este sueño a causa de afirmar, con Amparito Pastor, que Damiana no es hija de Dios? Me hallo perturbada, pero voy a concluir la carta, que estoy resumiendo, de Amparito. 
Cuenta nuestra amiga que Damiana se lamentó de la mala costumbre, que tiene Lucía, de hablar en plural cuando informa, a las gentes, de sus intenciones y proyectos, incluyendo en ellos la espiguita. Dice, en efecto, Lucía, frases de esta especie: «Nosotros marchamos»... «Nosotros no pensamos así». 
«Ese nosotros-comentó Damiana-; quiere expresar la existencia de una unicidad semejante a la del matrimonio que llamamos burgués, ocasión donde los componentes han perdido la individualidad. No resisto que cualquier tipo de personas vinculadas manifiesten su ajuntamiento a través de la palabra nosotros, símbolo de una comunidad de comportamiento, pues en toda ligazón han de conservar los individuos el decoro de la personalidad y soledad diferenciadas». 
Y concluyó: «He llamado severamente la atención a Lucía sobre esa mala costumbre, y ella me escuchado sumisa y sin rechistar». 
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