domingo, 17 de febrero de 2019

Inicio de LAS DORADAS MANZANAS DEL SOL

LAS DORADAS MANZANAS DEL SOL 

— Al sur —dijo el capitán.
— Pero —dijo la tripulación— no hay direcciones aquí en el espacio.
— Cuando uno viaja hacia el sol —replicó el capitán—, y todo se hace amarillo y ardiente y perezoso, entonces uno va en una única dirección.
Cerró los ojos y pensó en las tierras lejanas, cálidas y humeantes, y el aliento se le movió suavemente en la boca.
— Al sur. —Asintió levemente con un movimiento de cabeza—. Al sur.
El cohete era el Copa de Oro1, llamado también el Prometeo y el Ícaro, y su destino era el deslumbrante sol del mediodía. Había cargado dos mil limonadas y mil botellas de cerveza para este viaje al vasto Sahara. Y ahora que el sol hervía ante ellos recordaron una serie de citas.
— ¿Las doradas manzanas del sol?
— Yeats.
— ¿No temas más el calor del sol?
— ¡Shakespeare, por supuesto!
— ¿La taza de oro? Steinbeck. ¿La olla de oro? Stephens. ¿Y el pote de oro al pie del arco iris? ¡Un nombre para nuestra trayectoria! ¡Arco iris!
— ¿Temperatura?
— ¡Mil grados centígrados!
El capitán miró por la ancha y oscura ventanilla, y allí ciertamente estaba el sol, e ir hacia él y tocarlo y robarle una parte para siempre era su única y tranquila idea.
...

No hay comentarios:

Publicar un comentario