martes, 5 de febrero de 2019

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POST BOMBUM
Alberto Vanasco

Ahora las aguas, las olas furiosas venían de pronto y arrasaban la tierra. Entre las palmeras despedazadas, entre restos del gran incendio, sobre el carbón y el hielo, algunos pocos hombres habían encontrado refugio. Muy pocos, apenas tres o cuatro, según podía verse cuando salían de sus escondrijos para atrapar alguna alimaña y volvían a ocultarse casi enseguida. El sol asomaba de nuevo, a veces, entre las brumas, pero la lluvia proseguía cayendo inconteniblemente, desde el primer momento, como si ya nunca fuera a dejar de caer. Entre espirales de humo y de tierra, la vida, desorientada, pugnaba por seguir adelante: animales monstruosos, vegetales estrafalarios aparecían sobre el humus calcinado. Uno de los hombres, que había perdido un zapato, se arrastró fuera de la caverna y espió. Los otros dos andaban por ahí, detrás de un reptil informe, discutiendo a gritos, porfiando por la presa y tirándose piedras. Eran el que había perdido un ojo y el que había perdido el pelo. Alguien había encendido un fuego que cubría de humo la colina. El que había perdido un zapato se detuvo para matar una nueva especie de ciempiés que dormía sobre una roca y se lo comió. Después estiró el cuello para mirar a lo lejos:
- ¡Eh! Vengan - gritó -. Nadie les va a hacer nada. Vengan a calentarse un poco. 
- Y se paró junto a la fogata.
El calvo se acercó, masticando todavía un pedazo del reptil que había cazado y se agachó al lado del fuego, y así se quedó, en cuclillas, balanceándose torpemente. El tercero, el tuerto, también se fue arrimando y por fin se detuvo pegado a las llamas.
- Ya estamos los tres juntos - dijo ufano el del zapato.
Los otros dos gruñeron. Pasó más de media hora sin que volvieran a hablar. Sus hijos también habían empezado a rondar el lugar. Había uno que parecía un sapo, con el cuerpo hinchado y aplastado contra el suelo. El otro parecía una chica y hacía pensar en un árbol, con el tallo muy fino y crecido, y los dos brazos como ramas quebradas a los costados. El tercero daba la impresión de ser todavía un feto.
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