viernes, 8 de febrero de 2019

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EL HOMBRE MECANICO
F. Valverde Torné

El doctor Krul se disponía a abandonar su consulta cuando oyó el zumbido del aparato de intervisión. Pulsó el botón de respuesta y en la pantalla apareció el rostro femenino, orlado de una cabellera rubia, de su ayudante.
- Doctor, acaba de llegar un nuevo paciente.
- Iba a marcharme ya...
- Se lo he dicho, pero ha insistido mucho en verle.
Por lo común los pacientes del doctor Krul no acostumbraban insistir si llegaban tarde a la consulta, aunque esto no solía ocurrir. Se les asignaba previamente una hora, y jamás se había dado el caso de que acudiera uno sólo sin haber sido citado con anterioridad.
- ¿Tenía hora fijada? - preguntó a su ayudante. 
- Creo que no.
- ¿No está segura?
- Es que no ha querido darme su nombre. Sin embargo, estoy segura de que han venido todos los que tenía anotados para hoy. Creo que debería verle, doctor, a pesar de todo.
El doctor Krul guardó silencio, aunque estaba intrigado. Su trabajo se reducía exclusivamente a una rutina, en la cual casi todos los casos apenas se diferenciaban de los demás: trastornos cerebrales más o menos agudos, pero que se solucionaban satisfactoriamente en un par de sesiones. La insistencia de su ayudante, pues, no podía ser caprichosa.
- Está bien - accedió -. Haré una excepción. Dígale que pase.
Volvió a abotonarse la bata blanca y esperó de pie en medio del despacho. Sus ojos, acostumbrados a penetrar en el interior de su pacientes, tropezaron con un muro infranqueable cuando se encontraron frente a la fría mirada del desconocido. Era un hombre alto, de movimientos algo torpes, con el pelo extrañamente negro, de reflejos metálicos azulados. Su tez aceitunada parecía una máscara animada de una vida absurda, aunque su expresión era tan enigmática como su mirada.
...

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