miércoles, 20 de febrero de 2019

Inicio de AMADOS DE LOS MUERTOS

AMADOS DE LOS MUERTOS
Richard E. Dansky

El hombre muerto se incorporó en la losa sobre la que había estado tendido y buscó a tientas algo puntiagudo para poder introducírselo en el ojo derecho.
Apenas debía de haber pasado una hora desde el anochecer y desde entonces hasta los más jóvenes aprendices y los más diligentes artesanos de la ciudad de Sijan habían regresado a sus tristes moradas. La cámara de embalsamado en la que descasaba el cadáver del hombre era una de las principales, y media docena de cuerpos más, en diferentes estados de preparación, yacían tendidos a su alrededor en otras tantas losas. Su cuerpo había sido el último que habían traído aquel día y, aparte de un examen preliminar a manos de un oficial embalsamador, había escapado a la atención de los hombres píos de Sijan. Hasta los más comunes ensalmos realizados para impedir que un espíritu maligno se introdujera en el cadáver habían sido olvidados en la precipitación de los aprendices, que corrían de un lado a otro llevando jarros canopios, sierras de hueso y hierbas fragantes a sus exigentes maestros.
Y así, después de que la última de las lámparas de aceite se hubiera extinguido y las grandes puertas de la cámara hubieran sido cerradas y atrancadas, el hombre muerto se incorporó. Una luz tenue se filtraba por debajo de la puerta, la suficiente para permitirle ver. Se volvió lentamente y contempló los alrededores, mientras su mano izquierda seguía agitándose, presa de un temblor frenético.

No hay comentarios:

Publicar un comentario