martes, 26 de marzo de 2019

¿Conoces el fragmento?

Frank Frink miró cómo su ex empleador se alejaba anadeando por el pasillo hacia la sección principal de trabajo de la W-M Corporation, y pensó: lo extraño acerca de Wyndam-Matson es que no parece el dueño de una fábrica. Parece un alegre vagabundo, un hombre que se ha dado un baño, se ha puesto ropa nueva, se ha cortado el pelo, se ha afeitado, ha tomado una dosis de vitaminas y se ha lanzado al mundo con cinco dólares a empezar una nueva vida. El viejo era nervioso, tímido, sumiso a veces, como si todos fueran enemigos potenciales más fuertes que él, a quienes tenía que halagar y aplacar. "Me van a saltar encima" 
parecían decir sus modales.
Y sin embargo el viejo W-M era realmente poderoso y manejaba capitales, bienes raíces y toda una serie de empresas. Además de la fábrica W-M.
Siguiendo al viejo, Frink abrió el portalón metálico y entró en el taller: un rumor de motores - que había oído a su alrededor todos los días durante tanto tiempo -, hombres frente a sus máquinas, luces que zigzagueaban en el aire, polvo, movimiento. Allá iba el viejo. Frink aceleró el paso.
- ¡Eh, señor W-M! - llamó.
El viejo se había detenido junto a Ed McCarthy, el capataz de brazos velludos. 
Frink se acercó y los dos hombres lo miraron.

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