martes, 5 de marzo de 2019

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EL LENGUAJE DE LAS PIEDRAS

ROBERT CARTER


El valle que dejamos atrás

Willand, hijo de Eldmar, apartó la mirada de las Cumbres y bajó corriendo hacia el pueblo. El sol templaba, el cielo estaba despejado y la hierba crecía abundante y suave debajo de los pies. Su larga melena fluía libremente a la luz del sol como trigo dorado, mientras atravesaba una agrupación de casas con tejados de paja y llegaba por fin a la taberna Hombre Verde.
--¿Ha llegado Tilwin? -preguntó con la esperanza de que el afilador ya estuviera saciando su sed.
Pero Baldgood, el tabernero, negó con la cabeza. No sabían nada de Tilwin ni de su máquina afiladora, de modo que Will salió del establecimiento y se sentó sobre la hierba.
La luz del sol iluminaba con fuerza su camisa blanca de lino. El lugar era magnífico. Habían brotado margaritas y dientes de león por todo el prado, como si éste supiera que debía vestirse con su mejor traje. Año tras año, el tiempo era agradable y soleado en el día de Cuckootide. Se celebraban carreras hasta la Piedra de Brea, se jugaba a la pelota en el campo y se practicaba todo tipo de deportes. Después, los lugareños se sentaban alrededor de la hoguera. Cantaban canciones, organizaban bailes, juegos y concursos con un cayado de madera antes de beber la sopa del dragón. Este año harían lo mismo que habían hecho siempre, y el próximo año repetirían lo mismo, y así hasta la eternidad.

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