sábado, 23 de marzo de 2019

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Los asesinos de Anubis
Gary Gygax

Muerte en Ys

—¡Otra noche horrible!
Era un lamento en voz alta y áspera, pero el viento de noviembre que cruzaba el océano como un látigo y penetraba en la ciudad situada en el alto brazo de tierra hizo pedazos el sonido.
—Sólo un par de idiotas como nosotros soportarían esta guardia —asintió el segundo hombre, y se arrebujó en su capa de lana marrón y azul. El aire era frío y húmedo, la tela resultaba pesada por el salitre y aquel gesto fue más para consolarse que por buscar abrigo—. Debimos unirnos a una de las compañías libres.
—¿Y morir en uno de esos bosques olvidados de Teutonia? ¡Eres un maldito estúpido, Ollo! —exclamó el hombre más alto.
—Quizá sea un estúpido —concedió con un gruñido el otro guardián de la ciudad—, ¡pero, si nos destinaron a esta guardia, fue gracias a que tú te enredaste con la amante del sargento!
—Retráctate o...
El segundo hombre cogió el brazo de su camarada.
—¡Silencio! —Los dedos se clavaron con fuerza en la carne a pesar de la ropa—. He oído algo extraño... —bajó la voz y prestó atención—. Allí, Alaine. Era un aullido. ¿Lo has oído?

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