miércoles, 27 de marzo de 2019

¿Reconoces este fragmento?

El sótano abovedado fue excavado durante los siglos de infiltración nómada procedente del norte, cuando la horda Bayring recorrió la mayor parte de las Llanuras y el desierto, saqueando y destruyendo todos los pueblos que encontraba a su paso. La Memorabilia, el pequeño patrimonio de la abadía conservado desde el pasado, había sido emparedada bajo las bóvedas subterráneas para proteger los escritos tanto de los nómadas como de los soidisant cruzados de las órdenes cismáticas, creados para luchar contra las hordas, pero convertidos a la aventura del pillaje y a la lucha de sectas. Ni los nómadas ni la Orden Militar de San Pancracio eran capaces de valorar los libros de la abadía; los nómadas los habrían destruido por el simple placer de la destrucción y los militares frailes-caballeros habrían quemado a muchos de ellos como «heréticos», de acuerdo con la teología de Vissarion, su antipapa.

Ahora, una era de oscuridad parecía concluir. Durante doce siglos, la pequeña llama del conocimiento había sido conservada latente en los monasterios; sólo entonces estaban sus mentes listas para ser avivadas. Hacía mucho tiempo, durante la última era de la razón, ciertos orgullosos pensadores declararon que el conocimiento válido era indestructible... Que las ideas eran imperecederas, y la verdad, inmortal. Pero aquello fue verdad sólo en el más sutil de los sentidos, pensó el abad, y completamente falso en la superficie. Era seguro que en el mundo existía un propósito objetivo; el logos no moral o designio del Creador; pero aquellos propósitos eran de Dios y no del hombre, hasta que encontraron una encarnación imperfecta, un oscuro reflejo, en la mente, palabra y cultura de una determinada sociedad humana, que podía atribuirle valores a los propósitos para que fuesen válidos en un sentido humano en la cultura. Porque el hombre era un portador de cultura al igual que un portador de alma, pero su cultura no era inmortal y podía morir con una raza o una era, y entonces los reflejos humanos del propósito y las descripciones humanas de la verdad 
retrocedían, sin ser vistas, sólo en el logos objetivo de la naturaleza, y el inefable logos de Dios. La verdad podía ser crucificada; pero pronto quizá se produciría su resurrección.

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