lunes, 11 de marzo de 2019

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EL PORTAL DE LOS ELFOS
Herbie Brennan

Henry se levantó temprano el día en que su vida iba a cambiar. Estaba haciendo una maqueta de cartón, que había dejado preparada la noche anterior para que el pegamento se secase, y lo único que le faltaba para acabar el cerdo volador era colocar un palillo de dientes como eje y añadir algunos adornos. Le había costado tres semanas de trabajo, pero, cuando girara el resorte, el cerdo despegaría batiendo las alas de cartón. En la base de la maqueta decía: «Los cerdos vuelan».
Se levantó a las siete; tardó tres minutos en vestirse, y al minuto siguiente comprobó que el pegamento se había endurecido. Y ¿cómo no iba a endurecerse si lo había dejado toda la noche? Ése era el secreto de las maquetas de cartón: no tener prisa. Había que dedicar tiempo a recortar, y después ir paso a paso. Así se indicaba en las instrucciones: «Ir paso a paso». Y esperar un montón a que el pegamento se secara. Si uno hacía estas tres cosas, conseguía maquetas de cartón tan sólidas como el Taj Mahal. Henry tenía ya siete en su habitación, y entre ellas una que era realmente el Taj Mahal. Pero el cerdo volador era la mejor de todas: en su interior tenía un mecanismo, hecho de ruedas dentadas y ejes de cartón, que hacía que el cerdo se elevase y se le desplegaran las alas.

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