DIA DE PENITENCIA EN MODERAN
David R. Bunch
Y el anuncio, en hojas impresas, salió de Central ese día de principios de
estación:
SERVICIOS ANUALES DE PENITENCIA
SE RUEGA TRAER LÁGRIMAS
Se acercaba abril cuando atravesamos los Muros de las Fortalezas y salimos a la
plaza de armas de plástico verde: todos los grandes amos de Fortalezas ordenados
en solemne procesión. El escudo de vapor era blanco ese día, con estrechas
franjas rojas enhebradas en el cielo, franjas (nos recordaron) del antiguo color
de la sangre. Y algunos si lo recordamos, aunque nuestra sangre es ahora de
color verde pálido, y la martillan corazones eternos haciéndola circular por las
tiras de carne para alimentar no sólo a las tiras de carne sino también para
lubricar los repuestos de aleación de metal nuevo y las coyunturas donde se
articulan el metal y la carne.
Éramos una extraña banda bajo un extraño escudo de vapor ese día; los pájaros de
hojalata que subían de Central colmaban el cielo sintético, y por los agujeros
del suelo en los patios salían árboles de los que brotaban, a nuestro paso,
hojas de lata de un verde brillante. Cojeamos en imperfecto orden hacia el este,
plop-plip-plap-plop sobre el plástico reluciente, dispuestos a veces en parejas,
pues se suponía que estábamos en una procesión, pero más veces aún en tropeles y
montones y nudos de grandes amos que se movían con torpeza al pisar el suelo
descubierto, pues no éramos buenos para caminar. A veces me preguntaba si
Central no nos hacía eso todos los años para humillarnos, y también para que
renováramos la fe en nuestras Fortalezas, pues fuera de nuestras Fortalezas
nosotros, los grancies, no somos nada.
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