MI MONSTRUO DE OJOS SALTONES
ROBERT BLOCH
Algo poco corriente ocurrió la otra noche. Eran alrededor de las diez, y me
encontraba en un bar.
Hasta aquí no hay nada que no sea habitual, pero lo que no resultó habitual es
que aquella fue la noche en que Fast Mickey salvó al mundo.
Fast Mickey es el barman del bar adonde voy, y si alguien dudara aún en aquel
momento que aquella cabeza gordinflona iba a salvar al mundo, nosotros los
habituales, hacía ya un montón de tiempo que sabíamos que era ladino como nadie.
Muchos chicos distinguidos vienen aquí con el único fin de charlar con Fast
Mickey: chicos realmente distinguidos, peces gordos, profesores, médicos de
locos, e incluso, de tanto en tanto, vendedores de coches usados.
Se diría que Fast Mickey tiene especialidad en médicos de locos. Y aquella
noche, precisamente, tenía a toda una banda a su alrededor, incluido Sigmund el
Subconsciente.
Sigmund el Subconsciente viene siempre a contarle sus penas a Fast Mickey.
—Vosotros, los barmans, sois los mejores psiquiatras del mundo—le dice—. Durante
todo el día hay gente que viene a contaros sus problemas, y seguramente os hacen
más confesiones que a nosotros. Para mí, vosotros reunís en una sola persona la
imagen paternal y el brujo. Veamos, quizá pudieras ayudarme...
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