La reunión duró todo el día.
Al atardecer, mientras caminaban por el
corredor hacia el comedor, Paul se le puso al lado. John Eliot y Mander
estaban pocos metros más adelante; Mary y Colin, pocos pasos atrás.
Paul dijo:
—Quiero hablar contigo.
Ella miró fijamente hacia adelante, tratando de no reconocerlo.
Cada mesa estaba puesta para cuatro, Julia se dirigió hacia la que había
utilizado durante el almuerzo. Paul la siguió y se sentó a la misma mesa.
John Eliot vio esto y se les acerco.
—Espero que ustedes dos tengan mucho en común —dijo, sonriéndole a Julia.
—Antiguos días estudiantiles —dijo Paul—. ¿En qué año rindió los exámenes
finales, señorita Stretton?
Cuando Eliot se alejó para sentarse a otra mesa con Mander, Julia dijo
suavemente:
—Puedes dejar de fingir, Paul. Les voy a contar.
—¿Qué? ¿Todo? No te atreverías.
—Todo lo que tienen que saber. No soy la única que no te quiere aquí.
—Diles lo que quieras. Como gustes. ¿Les vas a contar sobre el dinero?
—¿Qué dinero? —preguntó Julia de inmediato.
—Las cincuenta libras que me debes.
—No sé qué quieres decir. —Un movimiento de la puerta atrajo su mirada y
se dio vuelta, ruborizada. Era Marilyn.
Julia le hizo un ademán para que
viniera a la mesa.
Julia hizo las presentaciones usuales, pero en su interior sentía un pavor
familiar, profundo. Sabía cuáles eran las cincuenta libras a las que se
refería Paul, pero no importaba. Por ahora.
...
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