jueves, 31 de enero de 2019

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Terror en el espacio
Leigh Brackett

Lundy conducía con sus propias manos el convertible aero-espacial. Lo había estado haciendo durante mucho tiempo. Tanto tiempo, que la mitad inferior de su cuerpo estaba dormida e insensible hasta las puntas de los pies y la mitad superior aun mas insensible, con excepción de dos dolores separados peores que los que produce un flemón: uno alojado en su espalda y el otro en la cabeza.
Los jirones de nubes desgarradas y arrancadas de la espesa atmósfera venusiana color gris perla, pasaban rápidamente junto a la veloz aeronave. Los reactores palpitaban y zumbaban, mientras los instrumentos se movían desordenadamente bajo el influjo de las corrientes magnéticas que hacen de la atmósfera venusiana la pesadilla de los pilotos.
Jackie Smith seguía frío y envarado en el asiento del copiloto. A través de la portezuela cerrada que tenía a sus espaldas y que comunicaba con la minúscula cabina interior, Lundy oía gritar y debatirse a Farrell.
Hacía rato que gritaba. Desde que la inyección de avertina que le puso Lundy cuando lo subieron a bordo dejó de surtir efecto. Se debatía chillando e intentando librarse de las correas, profiriendo roncas exclamaciones que nada significaban.
Luchaba y se debatía a causa de aquello.

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