martes, 15 de enero de 2019

¿Sabes de dónde es este fragmento?

Desayunó en un café.
      
Olía como un pozo negro en una mañana particularmente calurosa, pero nadie parecía notarlo. Eran las ocho y media, y los vagabundos, pordioseros y mendigos ya habían sido desalojados de sus guaridas a esa hora. En la calle, la función proseguía. Y, a juzgar por la muchedumbre que colmaba el cafetín, compartiendo los bancos de madera, y sentada espalda con espalda junto a las largas y gastadas mesas, todo el mundo se había dado cita allí.

Cramer tomó una taza extra de caldo y echó una mirada por la ventana del negocio, pero no había ningún indicio inquietante del otro lado.

Nadie lo había seguido hasta allí. Aquellos avispados aún seguían registrando los callejones. Esperaba que con su fisgoneo se hicieran acreedores a la recompensa que merecían: una descarga de láser de algún   ciudadano iracundo. Hasta en ese sector la gente era celosa de su intimidad. Suspiró: si había tipos que se embarcaban en persecuciones con helicópteros propios, era porque seguramente sabían cómo capear cualquier dificultad que surgiera.
      
La parada siguiente fue el baño público.

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