Hacía un día estupendo.
Como todos los anteriores. Habían pasado bastantes más de siete hasta entonces y la lluvia no se había inventado aún. Pero las nubes que acechaban al este del Edén insinuaban que la primera tormenta estaba de camino, y que menuda iba a ser.
El ángel de la Puerta del Este se cubrió la cabeza con las alas para protegerse de las primeras gotas.
-Perdón -se disculpó amablemente-. ¿Qué decías?
-Decía que uno cayó con todo el equipo -contestó la serpiente.
-Ah, sí -dijo el ángel, que se llamaba Azirafel.
...
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