sábado, 19 de enero de 2019

¿Reconoces este fragmento?

A lo lejos, en el río, la sirena de un barco aulló dos veces, luego dos veces más, y el sonido rebotó contra los flancos de acero de los buques hasta que no tuvo ninguna fuente ni dirección y se convirtió en un lúgubre lamento que llenó la cálida noche. Billy Chung rodó de un lado a otro sobre su apelmazado colchón, completamente desvelado después de horas enteras de permanecer tendido allí mirando fijamente a la oscuridad. 
      
Contra la pared del fondo, los gemelos respiraban roncamente en sueños. La sirena resonó otra vez, repercutiendo en sus oídos. ¿Por qué no se había limitado a agarrar lo que tenía a mano y salir corriendo del apartamento? 
      
Podía haber actuado con más rapidez. ¿Por qué tenía que haberse presentado aquel bastardo precisamente entonces? Le estaba bien empleado lo que le había pasado, por imbécil. Había sido defensa propia, ¿no? El bastardo había sido el primero en atacar. El mismo recuerdo se repitió de nuevo como un interminable rollo de película en un proyector: la llanta de hierro oscilando, la expresión en el rostro abotagado y enrojecido. La visión del hierro hundido en su cabeza y el fino reguero de sangre. Billy se retorció, moviendo su cabeza de un lado a otro, apretando sus dedos contra la húmeda piel de su pecho.
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