EL PADRE COMPLETO
David R. Bunch
La vio, muy lejos en los campos de plástico brillantes como hielo, una silueta saltarina acercándose con pasitos cortos para mostrarle las manos de metalnuevo.
Y en el interior de las tiras de carne sintió que una lágrima de amor intentaba aflorar, aunque en vano, pues tenía globos oculares de metalnuevo.
- ¡Mi pequeña! ¡Creciendo! - dijo.
- Como eres mi padre - dijo ella -, y es mi primera vez, mamá dijo que debía venir a mostrarte.
La niña tenía cuatro y medio. El la miró. Cuatro y medio.
- ¡Creciendo! - dijo -. ¡Mi última niñita!
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