domingo, 27 de enero de 2019

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Susan Cooper
SOBRE EL MAR, BAJO LA TIERRA

–¿Dónde está?
Después de bajar del tren, Barney se puso a saltar y en vano miraba la multitud de rostros pálidos que se agolpaban, impacientes, junto a la barrera de St. Austell.
–No le veo. ¿Está ahí?
–Claro que está ahí –dijo Simon, haciendo esfuerzos para sujetar el largo macuto de lona con las cañas de pescar de su padre–. Dijo que vendría a recogernos. Con un coche.
Detrás de ellos, la gran locomotora de diesel silbó como un búho gigantesco y el tren se puso en marcha.
–Quedaos donde estáis –dijo su padre, desde una barricada de maletas–. Merry no desaparecerá. Dejad que se disperse la multitud.
Jane aspiró con expresión extasiada. 
–¡Huelo el mar!
–Estamos a kilómetros del mar –dijo Simon con aire de superioridad.
–No me importa. Yo lo huelo.
–Trewissick está a ocho kilómetros de St. Austell, según dijo el tío abuelo Merry.
–¡Oh!, ¿dónde está? –Barney seguía dando saltitos, impaciente, en el anodino andén lleno de polvo, viendo alejarse las espaldas que le impedían ver. De pronto se quedó inmóvil, con la mirada fija hacia abajo.
–¡Eh!, mirad.
Los niños miraron. Era una gran maleta negra colocada en medio del bosque de piernas en movimiento.

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